miércoles, 22 de diciembre de 2010

Diez días que estremecieron México


Por Mauricio Tolosa

En la Ciudad de México, las abundantes luces que adornan las principales avenidas, los juegos de invierno instalados en el Zócalo, -pista y tobogán de hielo y fábrica de muñecos de nieve-, anuncian una temporada navideña normal en el año del Bicentenario. Tranques de fin de año, bocinas de los automovilistas y canciones navideñas repitiéndose en las tiendas y malls. Lo único disonante, fueron esos doscientos granaderos con equipamiento antimotines rodeando una treintena de reyes magos frente al Monumento a Benito Juárez.

Pero, las portadas de los periódicos y las noticias de la televisión mostraron cada día, imágenes de una realidad nacional asombrosa y trágica. Tuve la sensación de vivir unos macabros “diez días que estremecieron el mundo”, de asistir a una vorágine histórica que, por la rapidez de su desarrollo, no daba tiempo de analizarla. Ni siquiera los agudos intelectuales mexicanos, en algún foro de televisión a altas horas de la noche, lograban interpretar lo que sucedía y más bien se sumaban al coro del desconcierto e indignación ciudadana, como un perplejo más.

Guerra a dos horas de Ciudad de México

Cuando aterricé en el DF, el domingo 12, todavía ardían camiones en las carreteras y sonaban las ráfagas en el estado de Michoacán, a dos o tres horas de la capital nacional. Las infografías publicadas en los periódicos mostraban nueve lugares, incluida Morelia, la capital del estado, donde los militares se enfrentaban con los miembros de la Familia Michoacana. En un ataque realizado desde helicópteros Black Hawk el ejército logró abatir al líder ideológico, diplomático y militar de la Familia, Nazario Moreno y a varios de sus sicarios. El Ejército reconoce 11 muertos, entre los que se cuentan 3 civiles y 5 policías federales, pero en un país inundado por la sospecha, diferentes medios sitúan los muertos en varias decenas.

Durante la semana posterior se desarrollaron cuatro manifestaciones que pedían la salida del ejército de Michoacán y honraban la memoria del líder narcotraficante. Ayer, los jefes de recambio de la Familia Michoacana emitieron comunicados advirtiendo a la población de no usar las carreteras durante las fiestas de Navidad y de permanecer en sus hogares, anunciando que “la batalla recién comienza”. En el marco de la guerra de comunicados, el gobierno negó que exista apoyo ciudadano hacia la organización criminal y declara tenerla cercada.

Liberando sicarios

Cinco días más tarde, el viernes 17, en un estado del Norte, Tamaulipas, 145 reos salieron por la puerta principal del penal de Nuevo Laredo, abordaron buses y huyeron. El rescate masivo es el mayor, pero no el primero, organizado por los carteles que se diputan salvajemente las rutas de la droga hacia Estados Unidos. Según algunos comentaristas los muertos en la guerra entre las bandas son tantos, que la liberación masiva de reos es la manera más rápida de reponer las bajas y contar con soldados para las batallas. La guerra al narcotráfico declarada por el presidente Calderón, en 2006, ha dejado más de 30,000 víctimas.

En Tamaulipas rige una brutal ley del silencio impuesta por los carteles de la droga a los periodistas, los programas sociales de gobierno no llegan a las comunidades alejadas de las carreteras pues los caminos secundarios se encuentran en manos de las bandas armadas, y hace algunos meses durante la campaña para elegir gobernador, fue asesinado el candidato del PRI. A los ciento cuarentaicinco reos de alta peligrosidad, que escaparon del penal de Nuevo Laredo, se suman a otros doscientos fugados durante este año desde las cárceles de Matamoros y Reynosa. El Jefe de Gobierno del Tamaulipas y el Presidente del Gobierno Nacional se recriminan mutuamente por la responsabilidad en la fuga.

Ordeñando para la muerte

Dos días después, el domingo 19, otra fuga, esta vez de combustible, provocó una explosión que mató a 30 personas y destruyó 115 casas, en San Martín Texmelucan, en el estado de Puebla. El robo de combustible desde un ducto de PEMEX, lo que popularmente se llama “ordeña”, habría generado las condiciones del desastre. La empresa estatal de petróleos de México, tiene una importancia económica, simbólica y política determinante para el estado, constituye el sistema circulatorio de los recursos fiscales. Las organizaciones delictivas que organizan la “ordeña” de los ductos de PEMEX, exportan el botín hasta refinerías en Estados Unidos, y manejan un negocio que alcanza los 1000 millones de dólares anuales, sin que el estado tenga la capacidad de proteger el petróleo mexicano. A propósito del robo organizado en PEMEX, los analistas recordaban que hace algunos años desde una de las plataformas de explotación marina, en una noche, desapareció un helipuerto.

Asesinato en cámara

Tres días antes, el jueves 16, en Chihuahua, Marisela Escobedo, fue ejecutada frente al Palacio de Gobierno, al lado de una cruz donde 300 clavos recuerdan las 300 mujeres asesinadas durante el año 2010 en ese estado, el genocidio más incomprensible y vergonzoso de la América Latina de hoy. El asesinato fue grabado y difundido en los telediarios y redes sociales. En las imágenes se ve como Marisela intenta arrancar cruzando la calle, y un hombre la persigue para dispararle en la cabeza y posteriormente huir en un automóvil. La mujer pedía justicia por la muerte de su hija, cuyo asesino confeso, fue liberado por los jueces.

Mientras se organizaban los funerales de Marisela, fue secuestrado su cuñado y le prendieron fuego a su negocio, una empresa maderera. Horas más tarde fue encontrado ejecutado. La policía descartó alguna relación con la muerte de Marisela. En el caso del cuñado, explicaba la policía, el castigo fue porque se negó a pagar una extorsión, llamada derecho de piso, para funcionar con su negocio. Según las organizaciones de Derecho Humanos, menos del 1% de los crímenes y delitos cometidos en México termina en castigo.

Los políticos también

Mientras tanto, en Ciudad de México, el corazón del antiguo virreinato, el de la política cortesana y conspirativa, dos noticias relacionadas con los políticos impactaron la semana. La primera, el desafuero constitucional del diputado Julio Cesar Godoy. En septiembre, Godoy, buscado por la policía, había logrado introducirse durante la noche al edificio de la Cámara de Diputados, para amanecer ahí, prestar juramento y obtener la inmunidad para protegerse de la acusación de ser miembro de la organización criminal de la familia michoacana. Hoy, el desaforado honorable se encuentra prófugo.

Los diez días terminaron con otra noticia del mundo político: la liberación de Diego Fernández Ceballos, uno de los políticos más emblemáticos e influyentes de México, del partido de gobierno actual, el PAN, ex candidato presidencial que encabezó la oposición a los gobiernos del PRI. El Jefe Diego, como le llaman en México, estuvo secuestrado más de 7 meses, y fue liberado el lunes 21, luego del pago de un millonario rescate.

La imagen cinematográfica de Diego Fernández, fue motivo de transmisiones especiales y grandes titulares que relegaron a notas menores la denuncia de la Cancillería Salvadoreña del secuestro y desaparición desde un tren, en Oaxaca, de 50 migrantes centroamericanos que se dirigían a Estados Unidos. Con una amplia barba crecida durante su cautiverio, que acentuaba su aspecto de Quijote, y unos ojos húmedos por la emoción, Jefe Diego, realizó declaraciones conciliadoras hacia sus captores y agradeció la moderación y responsabilidad de los medios y periodistas en la cobertura de su secuestro.

Desconcierto funcional


En un mundo acostumbrado a los escándalos y excesos de los medios, resulta sorprendente la mesurada narrativa periodística de los periódicos y canales de televisión mexicanos. Los extraordinarios eventos previos a la Navidad fueron tratados como una noticia más, ubicada entre la farándula y el deporte. Los columnistas y editorialistas, dan la nota emocional, se indignan pero no explican, probablemente nadie quiere transformase en mensajero de un diagnóstico que nadie quiere escuchar, menos antes de Navidad. Los senadores y políticos entrevistados abundantemente, tampoco se escuchan demasiado alterados o preocupados. La calma de los medios oficiales, periodísticos y políticos, contrasta con la reacción de los ciudadanos en las redes sociales, donde los mensajes breves y radicales, parecen hacer sonar una alarma que el poder formal no quiere escuchar en toda su magnitud.

En otros países, los hechos ocurridos significarían escándalos y conmociones, destituciones de ministros y gobernadores, y hasta la caída del gobierno. Para que suceda cada uno de esos eventos, se requiere una trama de acciones y decisiones, omisiones y colusiones, que acusa el deterioro de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial. Cabe preguntarse si la extensión del narcotráfico es causa o consecuencia, o ambas, del desplome institucional. Sin embargo, el poder central parece tranquilo, parado sobre los restos de un pasado esplendor, con su puesta en escena y magnificencia, que todavía simula un estado que en gran parte del territorio no funciona.

Lamentablemente, lo sucedido en estos diez días no es una crisis mediática, sensacionalista y voyerista, que se olvidará y superará con los regalos, los pavos de navidad, los villancicos y las vacaciones de fin de año. Al contrario, si alguna responsabilidad le cabe a los medios, es la de no dar a conocer y contextualizar la magnitud y profundidad de la crisis, de no sincerar el estado del país. Quizás mantener la ilusión de vivir en el contexto de lo “normal” es un mecanismo de defensa y sobrevivencia propio de cualquier situación humana límite, pero muy peligroso.

Para mejorarse, primero hay que reconocer y diagnosticar la enfermedad. Hacerlo es urgente. El domingo, en Guatemala, el presidente Álvaro Colom, decretó estado de sitio y ocupó con el ejército el departamento de Alta Verapaz, fronterizo con México, para tratar de rescatarlo de las manos del cartel mexicano de los Zetas. El derrumbe del gigante mexicano puede contagiar la región con consecuencias mucho más catastróficas que las de la mediática gripe H1N1.

Radiografía a los diseñadores: comunidad e identidad


Por Mariluz Soto Hormazábal

Los diseñadores, sin diferenciar el ámbito específico de desarrollo, somos profesionales que generamos estrategias visuales, solucionamos principalmente el fondo a través de formas. Las formas no se sustentan sin un previo diagnóstico que nos indica cómo abordar la complejidad y magnitud del encargo. El fondo es lo que apasiona, motiva y permite el fluir de las ideas que serán las que potenciarán un concepto, solucionarán y darán la forma.

En la etapa instructiva los diseñadores desarrollan diversas habilidades inconscientes de observación del mundo, de su propio mundo y en los que transita. Esta inconsciencia al no pasar al estado de conciencia se traduce en un débil manejo y desconocimiento de la secuencia de acciones que concluye en las creaciones.

Diseñar propuestas debe ser el resultado de un proceso creativo, mucho más complejo e integral que dibujar, bocetear, mirar en internet o generar productos; asumirlo desde esta perspectiva es un valioso activo estratégico que fortalece y potencia la identidad del diseñador. Este es un factor significativo del agotamiento y distanciamiento de la comunidad de diseño.

Adquirir conciencia
El desarrollo de una metodología para los procesos y planteamientos de nuestro hacer es un camino necesario para mejorar la creación de piezas gráficas, productos, vestuarios, digitales, multimedia, estos son consecuencia de un know how, una serie de conductas aprendidas en la historia y experiencia. Explicitar el conocimiento, desarrollo y realización es necesario para evidenciar y valorar el “diseñar”, de lo contrario la participación en proyectos se transforma en arte e inspiración profesional “arbitraria” provocando el alejamiento con los científicos, médicos o ingenieros. La falta de rigor desvaloriza al profesional frente a otras disciplinas.

La capacidad creativa se modela, en las escuelas de diseño nos entregan las primeras herramientas para el desarrollo de un pensamiento creativo y activo. Pensar en el proceso, en los referentes y en las acciones. Asociar las herramientas tecnológicas que ayudarán en el proyecto, cuál es la conceptualización, a quiénes nos dirigimos y lo más importante qué es lo que queremos comunicar. Estas asociaciones adquiridas  permiten que los profesionales del diseño desarrollen la capacidad y habilidad para llegar a ser lo que desean.
En un primer momento somos parte de la comunidad de diseñadores –como muchas otras carreras- por el sólo hecho de formarnos en la universidad. Pero la pregunta es qué es los que nos mantiene en ella, cómo contribuimos a su desarrollo desde nuestro trabajo. El desafío es pertenecer activamente, con un pensamiento reflexivo, con la conciencia de que somos responsables de la calidad visual de nuestra comuna, ciudad, región, país y de lo que Chile proyecta al mundo.

Una comunidad de diseñadores debe ser una constante generadora de ideas, creativa y con capacidad de mirar mucho más allá de los horizontes convencionales. Los diseñadores son los responsables de formar una comunidad que los acoja y refleje en su intensidad de pensamientos y profundidad conceptual. Una comunidad se determina por quienes la habitan. Los seres humanos aprendemos de la interacción con otros, necesitamos estar en contacto y en movimiento. Debemos participar, opinar y “estar” para construir y configurar la comunidad a la que queremos pertenecer.

Autopercepción y proyección
Tener claro cuál es el estado actual nos permite vislumbrar algunos datos que son relevantes en cuanto a los factores que influyen en nuestro estar, hace poco un estudio de futuro laboral reveló que diseño es de las 10 carreras peores pagadas en Chile, un indicador preocupante que en lugar de movilizarnos, contribuye a degradar el hacer y la emoción del diseñador, mantiene las pautas económicas  y nos dificulta ver más allá.
En la encuesta realizada hace pocas semanas con la colaboración de la Fundación de la Comunicología, la investigación y la información solicitada iba más allá de los números, tener un panorama sobre el sentimiento-diseñador es tan revelador como su estado económico. Los parámetros de medición económica puede mejorar con el fortalecimiento de la autovaloración. Acercarnos, conocernos y reconocernos es el paso inicial para comenzar a construir.

Los diseñadores están conscientes de su potencial creativo, su autopercepción es de mayor flexibilidad y adaptación que otros profesionales, valoran la capacidad de ajustarse a escenarios cambiantes e inseguros. Reconocen que su trabajo es importante dentro de las organizaciones en las que trabajan o para sus clientes.
Las debilidades apuntan a la inseguridad, la poca valoración del entorno y la falta de rigor. Muchas carencias en el manejo de su propia imagen y de autogestión. Un gran distanciamiento en lo que se piensa y hace: el valor agregado del trabajo del diseñador es visible pero no saber gestionar su propia imagen mantiene aquel valor oculto de los ojos del cliente o el empleador.

Destacar como fortaleza y oportunidad, el interés por mantenerse actualizado, desde la vinculación en redes sociales orientadas al diseño, la participación en diferentes sitios o portales y revistas. La mayoría de los encuestados manifiesta poseer espíritu de auto superación e interés por adquirir más conocimientos a través de especializaciones o nuevas herramientas que les entreguen un movimiento diferente dentro de la comunidad.


Identidades y comunidad
Como se ha explicado, la identidad de los  diseñadores tiene muchos aspectos prometedores y constructivos; identificar y tener claras las debilidades, es un paso importante para comenzar a proponer soluciones. La comunidad de diseñadores está en rediseño, debemos mirar nuestra comunidad nacional y mirar otras, ¿qué está pasando más allá de nuestra geografía?

En la trienal de diseño de New York se distinguieron 8 puntos importantes que de alguna manera orientan el diseño de nuestro tiempo: energía, movilidad, comunidad, materiales, prosperidad, salud, comunicación y simplicidad. Todos con un fuerte énfasis en las personas y a la vida en comunidad, como hacerla más saludable corporal y espiritualmente. Por otro lado, en el encuentro internacional DMI, que se realizó este año en Londres, el fortalecimiento del diseñador desde la gestión, la educación y la investigación fue el tema principal. Estas dos visiones de la preocupación del diseñador hacia fuera y hacia dentro, es lo que nos entrega una visión de colaboración permanente hacia la humanidad.

Estas señales de otras comunidades de diseño son importantes. Nos entregan ideas de visión y proyecciones, de las necesidades de actualización. Los diseñadores tenemos que  adaptarnos a escenarios cambiantes y mantener la flexibilidad de aprender nuevas formas para entregar calidad.

La mayoría de  los diseñadores tenemos autopercepción y autovaloración comunes, al mismo tiempo que nos sentimos con muchos desafíos y oportunidades, nos da temor el cambio, pero no por falta de capacidades, sino porque no contamos con un respaldo o seguridad para pararse en el mundo y hacer valer nuestros conocimientos y experiencia como procesos valiosos y sustanciales.

Dejo aquí la invitación a seguir creciendo, a hacer comunidad y a participar en ella. Propongo mantenernos en constante autoanálisis y hacer explícitos nuestros procesos creativos, propongo trabajar en conjunto y compartir, dejar el celo y envidias para construir. Propongo ir más allá de las formas para preocuparnos del fondo, y asumir que somos responsables de la calidad actual de diseño. Si no proponemos y actuamos no podemos cambiar.

martes, 14 de diciembre de 2010

Chile 2010, la comunicación fue moda


Por Mauricio Tolosa

El año 2010,  en Chile, los temas relacionados con la comunicación ocuparon un lugar destacado. Las críticas a la campaña presidencial de la Concertación fueron numerosas, llegando incluso a atribuirle un papel importante en su derrota. La posible sanción del Consejo Nacional de Televisión, a un programa que parodiaba la vida de Jesús, generó una encendida polémica y un cuestionamiento sobre el papel del CNTV. Aunque más política y empresarial que desde el punto de vista del poder de los medios, la posesión de un canal de televisión por el presidente fue criticada hasta el día de su venta.  El cierre de la edición impresa del diario La Nación, generó una ola de recuerdos y remembranzas, pero también planteó la insatisfacción con la uniformidad ideológica de los medios dominantes. 
Mención especial merecen las ácidas críticas a las coberturas mediales nacionales de los tres hechos que pusieron a Chile en las primeras planas y los principales telediarios del mundo durante el 2010. Tanto en el terremoto, como en el rescate de los 33 mineros y el incendio de la Cárcel de San Miguel, los medios fueron cuestionados, principalmente a través de las redes sociales y los medios electrónicos, por la liviandad facilista de la cobertura, los excesos de morbo que llegaron a la truculencia, la explotación de la miseria y el dolor de las víctimas y damnificados. Quizás esta molestia del público se simboliza en la cachetada en cámara que propinó una persona, que esperaba noticias de un familiar, a una periodista de Canal 11, durante la cobertura del incendio de la Cárcel. Los medios y los periodistas, hasta hace poco entre las instituciones más creíbles y confiables, también empiezan a perder la simpatía ciudadanía. 
Otro tema comunicacional presente en la agenda del año del Bicentenario, aunque no como era esperable o deseable, fue la identidad nacional. No se conversó sobre la historia, ni se abordaron preguntas importantes sobre el país, que iluminaran la convivencia y los años por venir. Aprendimos más sobre quienes somos a través de los brutales eventos telúricos y humanos que irrumpieron durante el año, que por una celebración que brilló por su juego de luces pero que tuvo una ausencia tan radical de contenidos, que transformó en protagonistas, del evento estelar proyectado sobre La Moneda, a Condorito y las pelotas del mundial del 62’.

El tema de la identidad, también se manifestó en la controversial campaña “Chile hace bien”, fundamentada, según la Fundación Imagen País, en un riguroso estudio internacional de dos años, y que por capricho-orden presidencial se cambió por “The chilean way” luego del éxito de la imponente puesta en escena que acompañó el rescate de los 33, que alcanzó record mundial de sintonía. En el mismo registro publicitario de los slogans, se podría considerar la lluvia de comentarios y sátiras, que recibieron los dos logos presentados por el gobierno entrante para recalcar su propia imagen, en un lapso de nueve meses.
Podría continuar con una larga enumeración de evidencias para confirmar que el 2010 fue el año en que la comunicación se puso de moda. La consolidación de las redes sociales contribuyó a crear este fenómeno. Una gran cantidad de personas, a través de sus blogs, facebook o twitter generan una segunda voz, no siempre armónica, pero siempre alerta a cuestionar las narrativas oficiales y la forma de construirlas.
Para el desarrollo humano y nacional, es importante madurar y profundizar esta conversación emergente, todavía más emocional que explicativa e integradora. La comunicación determina nuestro mundo, atraviesa las decisiones cotidianas de los ciudadanos, en los ámbitos políticos, económicos y culturales. Somos lo que comunicamos, las conversaciones en que participamos, las personas a las que escuchamos, los medios de comunicación que consumimos. Si la comunicación fuera un tema al que los medios dedicaran suplementos y secciones, como lo hacen con la economía o el deporte, probablemente, las personas serían menos manipulables, comprenderían mejor su mundo y tendrían más posibilidades de transformarlo.

domingo, 12 de diciembre de 2010

Filtraciones y paranoias

Por Gabriela Warkentin
Directora del Depto. de Comunicación de la U. Iberoamericana y de ibero 90.9 fm.
twitter : @warkentin

A Madeleine Albright, secretaria de Estado en la presidencia de Bill Clinton, no la recuerdo por demasiadas cosas. Pero sí por una oscura frase que dijo en 1999, cuando alertaba que en Yugoslavia se podía estar ganando la guerra de las bombas, pero no la de internet. Once años ha: una eternidad en medidas electrónicas.

En esos primeros meses de 1999, ya pasaba yo muchas horas frente a la computadora, conectada a internet a través de un módem ruidosísimo. Pertenezco hace tiempo a varios foros de discusión, en línea, que se alimentan por correos electrónicos [¡qué retro suena esta historia!]. Uno de ellos, net.art, agrupa a artistas y académicos, muchos de entre ellos kosovos, serbios, etc. Varios simpatizantes, por cierto, de los hacktivistas que usaban las redes para manifestar su apoyo a los zapatistas y al insurgente subcomandante Marcos. Mezcla, pues, de artistas, activistas, académicos: una triple a casi explosiva. Y de ese grupo recuerdo haber recibido un correo que aullaba: “¡¡Estamos siendo bombardeados en este momento!!”. Once años atrás, no existía Twitter: los bombardeos en vivo llegaban por las versiones que radio y tv editaban al antojo de sus criterios. Pero nunca a través del ciudadano, por medio de las redes y hasta la computadora de mi casa. Esos mismos cibernautas trataron de mantener viva la radio InternetB92, de la que habían sido expulsados los colaboradores. Y por más que arreciaran los bombardeos, no terminaban de fluir los mensajes a favor o en contra: la peculiar infraestructura telefónica y de electricidad, en aquella Yugoslavia, hacía casi imposible la interrupción de la comunicación cibernética. En ese contexto confesó Albright estar perdiendo la guerra en internet. Más de 11 años ha, y el mundo hiperconectado, complejo, descentralizado, de nodos activos, ya plantaba cara a un sistema jerárquico, inamovible, de opacas meritocracias. Y la preocupación de Albright sólo afirmaba lo obvio: perder la guerra de la comunicación, es perder el poder. ESE poder.

A fines del 2010, los escándalos por las filtraciones de #WikiLeaks materializan ese frágil y exhibido escenario de comunicaciones reinventadas. Porque seamos sinceros: lo más importante de los cientos de miles de cables filtrados a través del sitio que dirige el equipo del enigmático Julian Assange, y sus resonancias en los medios de comunicación seleccionados, no es el contenido en sí mismo (que no minimizo), sino, como bien señala Manuel Castells, “la pérdida de control de los gobiernos sobre sus propias filtraciones y la difusión de éstas por medios alternativos que escapan a la censura directa o indirecta”.

Va la cacería sobre Assange, con el pretexto de la enredada historia de abuso sexual [Arianna Huffington, exitosa editora del ciberespacio, decía que el condón roto de Assange le da un sentido muy nuevo a esto de las filtraciones]. Va la caería sobre el sitio de WikiLeaks, y sus miles de espejos. Va la cacería sobre el chamaquito holandés que quiebra códigos. Va la cacería sobre el soldado y su disco de Lady Gaga y sus filtraciones no patrióticas. Van los desmentidos, y aullidos de alerta: poner en peligro al mundo, de esta manera, es ¡¡terrorista!! Maten al mensajero, al mensaje, y aterroricen. De paso, Assange ya es mártir y su historia espera sólo la inspiración de un guionista que lo narre a la altura de las circunstancias.

Esa guerra por internet que Albright reconocía estar perdiendo en 1999, cambió procesos de comunicación y protección. Lo mismo sucederá a partir de WikiLeaks, porque ceder el control es inaceptable. Pero el cambio ya se instaló: la pérdida de confianza en las instituciones, sus medios de comunicación, la zozobra del viejo régimen, y la manera en que se han descolocado los procesos que unos querrían inamovibles, no cesará. ¿Qué es este nuevo mundo que se está conformando? ¿Cuáles son las nuevas élites? ¿En dónde reposará el poder? ¿Quiénes contarán las historias que importen? ¿Quiénes escucharán? Yo confieso que, si no por otra cosa, por todas estas interrogantes me parece extraordinario que las wiki-filtraciones nos estén zarandeando así. Ya hacía falta.

viernes, 10 de diciembre de 2010

El incendio en la TV: ¿dónde están los editores?


por Andrea Vial
Directora Escuela de Periodismo UAH

Salir a la calle a reportear una tragedia con más de 80 muertos no es tan simple. En momentos de caos, miedo, angustia y desinformación, los periodistas son los ojos, los oidos, y sobre todo la boca y la inteligencia de sus audiencias. ¿Por qué entonces no saben reaccionar frente al dolor? ¿Por qué olvidan cómo se trata a una persona que está experimentando una situación límite?

Probablemente, si juntamos todo lo que sucedió este año, se podría elaborar el mejor texto escolar sobre Chile contemporáneo. Las tragedias y las victorias del Bicentenario han revelado mejor que nadie sobre qué miserias y bellezas estamos construidos. Lo mismo podríamos decir del periodismo audiovisual. Si seguimos el hilo narrativo de las historias que nos conmovieron el 2010 y la forma como la televisión se hizo cargo de ellas, podemos entender dónde estamos, cuánto hemos avanzado y qué falta hacia adelante.

Al igual que en una operación DEYSE, ese plan organizado que permite prepararse para una emergencia, y cuya única gracia para que valga la pena es haberlo practicado antes del incendio o el terremoto, el periodismo también cuenta con manuales de ese tipo. El problema es que a diferencia de la operación DEYSE ensayada en el colegio, pareciera que nosotros solo lo leímos una vez (si es que lo hicimos en la Universidad) y nunca nos pusimos “en situación”, antes de reaccionar a un hecho noticioso de enormes consecuencias.

Salir a la calle a reportear una tragedia con más de 80 muertos no es tan simple. No basta con hablar bien ante una cámara, tener personalidad y formular un par de preguntas en forma coherente. Y ya eso no es poco. De hecho, la gran mayoría de los televidentes no sería capaz de hacer bien ninguna de esas tres cosas. El tema es que a los periodistas, precisamente por la responsabilidad que conlleva el oficio que ejercen, se les exige mucho más. En momentos de caos, miedo, angustia y desinformación, ellos son los ojos, los oidos, y sobre todo la boca y la inteligencia de sus audiencias. ¿Por qué entonces no saben reaccionar frente al dolor? ¿Por qué olvidan cómo se trata a una persona que está experimentando una situación límite? ¿Por qué se exponen a que los humillen con un manotazo en pantalla, como fue la bofetada que recibió la periodista de Chilevisión Mónica Sanhueza?

Está claro que es necesario mostrar el dolor. Es fundamental hacerlo. Solo así, como lo expresa el autor que muchos periodistas estudiamos, Eduardo Terrasa, el público puede compadecerse y padecer con el que sufre. El punto es que el dolor es una expresión de intimidad y como parte de la intimidad, dice Terrasa, debe existir consentimiento de quien sufre para compartir esa pena. Y eso es lo que la televisión ayer no respetó. Bastaba con preguntar fuera de cámara a una madre si quería hablar de su hijo. Ese mínimo gesto hace la diferencia, más bien la deferencia.

Peor lo que hizo Megavisión. Mostrar los cuerpos captados por una cámara de celular, mientras funcionarios de la PDI intentaban verificar su identidad, traspasó todos los límites. Creo que esa decisión, de una falta de caridad sin nombre y un exquisito mal gusto, será probablemente sancionada por el Consejo Nacional de Televisión. Que nadie se atreva a enarbolar la bandera de la libertad de expresión para defender una conducta que hace rato deberíamos condenar sin excepciones. ¿Se habría atrevido el canal a mostrar esos cadáveres semi desnudos si hubiesen correspondido al de jóvenes de un colegio de La Dehesa?

Otra práctica que llama la atención es el descuido en la elección de las fuentes. La tecnología permite que hoy existan muchos reporteros ciudadanos cooperando con los medios, pero eso no significa que el periodismo tenga que olvidar su rol de aduana entre lo que es interesante y lo que es relevante. Si logramos que un testigo llame desde el interior de la cárcel para dar su testimonio, las preguntas deberán ir de acuerdo a lo que esa fuente es, un testigo interesado, y no un experto que explica con lujo de detalles las causas técnicas de un problema que no domina. Sus opiniones son válidas, por cierto. Pero el ideal sería que el aporte estuviera por el lado de lo que está ocurriendo, de cómo escapó él, que describa aquello que ve y que nosotros no apreciamos.

El verdadero aporte del periodismo no estuvo en esas eternas entrevistas por celulares, más bien estuvo cuando Jorge Hans se sorprendió con la confesión del Presidente de los Funcionarios Penitenciarios, Pedro Fernández, en el sentido de que había solo cinco gendarmes a cargo de toda la torre 5, o cuando apareció la fiscal Maldonado desencajada y algo furiosa criticando a todos los gobiernos, o cuando el Intendente de Santiago con voz tiritona le dijo a los periodistas que el terrón de barro que tenía en sus ojos era comprensible y que no tenía ninguna importancia. Esas eran las fuentes que valían la pena, las que tenían que dar la cara sin concesiones. Y a las que había que poner contra las rejas una y otra vez porque para eso son autoridades, para mandar, tomar decisiones y responder por ellas. Las otras fuentes, las del dolor, las hubiésemos querido en silencio, con el respeto del sonido ambiente. Con esas solo debíamos llorar; con las otras, encontrar explicaciones. Y cuando se llora, se llora, no se habla; en cambio, cuando se requieren respuestas, se pregunta, se indaga, se buscan datos.

Para lograr lo segundo, esos reporteros, cansados, agobiados y cargados de emociones, necesitan ayuda. Necesitan cabezas frías que tomen decisiones por ellos. Y allí están los editores. Están en las salas de control, alejados del hervidero, en la racionalidad del mando. ¿Cumplieron los editores? ¿Les soplaron al oido información de calidad a sus reporteros? ¿Los pauteraon con preguntas adecuadas en la medida que avanzaba la noticia? ¿Citaron al estudio a los expertos que pudieran ir dando contexto a todo lo que estaba sucediendo? Así trabaja la BBC. Esa cadena que tanto nos sorprendió en el rescate de los mineros. Sus reporteros en cámara no son unos sabiondos. Sus talentos son la suma de su encanto y empatía comunicacional con la capacidad intelectual propia y la de sus asistentes. A cada minuto los están alimentando con información dura, con datos frescos, chequeados y contrachequeados, lo que les da seguridad y un desplante inigualable en pantalla. Eso es trabajo en equipo. Es profesionalismo, es tomarse muy en serio el rol que les tocó jugar en la sociedad.

Nada indica que tragedias como las que hemos experimentado no estallen en cualquier minuto. Sería interesante practicar ahora el plan DEYSE. Junto con repasar algunas orientaciones programáticas, procede revisar lo que se hizo bien (para reforzarlo), corregir los errores y preparar los escenarios futuros. No es tan difícil adivinar que los aviones se van a caer, que los hospitales pueden colapsar, que algún corrupto vestido de gente anda suelto planeando alguna maldad o que el narcotráfico se puede mandar un numerito. El periodismo es un oficio demasiado sagrado como para no tomarlo con la seriedad que se merece. Sin embargo y pese a todo, creo que cuando revisemos este año llegaremos a la conclusión de que somos más libres gracias al desempeño de muchos buenos periodistas.


Artículo publicado en sitio Puroperiodismo

martes, 7 de diciembre de 2010

La dictadura de las formas




por Andrés Rojo Torrealba

A medida que la Humanidad ha ido avanzando en la historia reciente, ha ido cobrando cada vez mayor importancia el mensaje breve, propio del predominio de los medios de comunicación masiva.   Lo que el público consume es el titular y cuando se trata de noticiarios televisivos o radiales sólo es capaz de recordar un par de ideas y sólo de algunas de las informaciones que se le han entregado.

Esta situación ha sido cabalmente comprendida por el actual Gobierno, que ha llevado adelante un cuidadoso plan de marketing para promover sus iniciativas, a diferencia de las administraciones anteriores de la Concertación, que preferían el uso de los símbolos como elemento de comunicación, que, sin duda, tiene mayores significados y de mayor profundidad que un titular pero que, al mismo tiempo, corre el riesgo de caer en el vacío si no es bien comprendido por el público.

El titular o la cuña, como se le llama en jerga periodística a la frase que el político entrega sabiendo que será la que será reproducida en radio y televisión, tienen el mérito de producir un impacto concreto, aunque no perdure en el largo plazo.

Lo que hace el Gobierno entonces es utilizar concienzudamente este método, reiterándolo cuando considera necesario asegurar que el mensaje llegue a la gente, como lo ha venido haciendo al decir, cada vez que entrega un balance de sus logros, que sus éxitos superan a lo hecho por el Gobierno anterior.   Como es natural, el público es incapaz de recordar las cifras o aun el asunto del que se trata la información, pero sí entiende que esta administración lo está haciendo mejor que la pasada.

Frente a esto se tiene que responder con un lenguaje similar, lo que no ha logrado definir la actual oposición, que tiende a la queja, como si su adversario estuviera haciendo trampa.  Si de fútbol se tratara, lo que se escucharía desde la Concertación sería la protesta por un gol realizado en posición de adelanto.

El problema es que el público, que es el que hace de árbitro para estos efectos, no vio la jugada sino el gol solamente y lo está validando y a punto de sacar tarjeta amarilla a quienes protestan porque, tal como sucede en el fútbol, el árbitro no tiene la posibilidad de ver la posición del goleador por una pantalla de televisión, en cámara lenta ni repitiendo la imagen sino que se atiene a lo estrictamente formal, y eso es que hubo un gol.

Puede ser injusto que las formas prevalezcan sobre el fondo, pero es la manera en que se debaten –o dejan de debatir- las ideas en política.  El slogan está sobre el discurso y la frase capaz de dejar huella en la mente del público predomina sobre los pesados volúmenes con cifras que puedan demostrar lo contrario de lo que se afirma.   Parafraseando el slogan usado por Bill Clinton para derrotar a Bush padre -“es la economía, estúpido”-, la Concertación debería entender que ahora se trata del lenguaje.

martes, 30 de noviembre de 2010

Haití más que pobreza, terremoto y cólera


Por Victoria Uranga

Lo primero que me dijo el taxista al llegar a República Dominica es que ellos eran “pobres felices”, de fondo sonaba música bachata, nada de rosa. Cuando le pregunté por los haitianos señaló que son mucho más negros que ellos, que repletan sus servicios públicos y que ellos no pueden ni con sus propios pobres, que cómo los van a ayudar. Todo mientras, recibía tweeteos que me alertaban de que me cuidara del cólera. Como si en Chile fuera una enfermedad desconocida.

En Haití y República Dominicana, el creole y el español se comunican dificultad. Pero el problema es más profundo, hay una historia de distanciamientos y dependencias, entre dos países y dos culturas. Partiendo por el hecho de que la independencia de los dominicanos no fue de España, sino de Haití. El mismo que hoy lo hace ser el país con más pobreza de toda América (en extrema pobreza vive el 70% de su población) y a su territorio casi totalmente deforestado por el uso de la leña como fuente de energía. En este contexto: la desesperanza en Haití se cultiva con facilidad. También la resilencia y la colaboración.

Los medios de comunicación dominicanos reflejan la profunda distancia entre dos países obligados a estar juntos por siempre y con el mar como testigo. Como acompañamiento no hay campanas sino llamados a cerrar la frontera, a expulsar a los haitianos, a que no se detenga el turismo y a que los países que comprometieron ayuda para el terremoto del 12 de enero: cumplan sus promesas. Es que vergonzosamente, se fueron las cámaras y también varios olvidaron enviar lo ofrecido. Tal vez ahora aparezca, porque Haití y su gente están de nuevo en la agenda de los medios “gracias” al cólera.

El cólera está en Haití por partida doble. Primero como enfermedad que mata a todos y todas los que no acceden a un tratamiento oportuno. Pero también está presente como ira. Para muchos haitianos esta es una enfermedad que la trajeron los “extranjeros” y reclaman con piedras y protestas a los mismos que están ahí para mantener su precaria estabilidad.

Cólera es una enfermedad de países en situación de pobreza. Entre otras cosas porque está asociado a falta de condiciones básicas de agua potable, higiene, alcantarillados y hábitos alimenticios. Por lo tanto, cuál es la sorpresa de que un brote de cólera esté multiplicándose en el lado occidental de la isla. Cuál la sorpresa de que también aumenten los casos en el lado dominicano si, a diario las mujeres haitianas cruzan (o lo intentan) con el legítimo deseo de que sus hijos e hijas nazcan con algún horizonte de oportunidades (feminización de la pobreza ¿les suena familiar?). Cuál es la sorpresa de que muchos dominicanos sientan vulneradas sus fuentes de trabajo, si su situación sólo es un poco mejor que sus vecinos.

En Chile, el tema probablemente sólo será noticia como un muy breve de internacional, cuando las muertes alcancen alguna cifra espantosa o para dar recomendaciones a los turistas que tienen a Punta de Cana en sus planes de veraneo. Pero podríamos hacer bastante más.

No sé cuál es la mejor forma para realizar una ayuda efectiva, pero siento que a lo menos esta puede ser una oportunidad para mirarnos como América. Una América solidaria retomando el nombre de la organización que envía a Haití a muchos jóvenes profesionales a aportar con sus energías y conocimientos (www.americasolidaria.org), y que por sobre todo, nos provoca evidenciando la pobreza más allá de las demarcaciones de los países. Una oportunidad para mirar a partir de esta experiencia la relación con nuestros países limítrofes, con los muchos que definimos como “otros” que discriminamos o ignoramos a diario, con nuestras formas de reaccionar cuando una amenaza nos afecta y nos conecta con nuestra fragilidad de seres humanos.

Aunque en muchas esquinas de Santo Domingo se pueden ver haitianos vendiendo víveres o pidiendo limosnas, aunque están presentes en la mayoría de las construcciones y aunque la frontera está a unas pocas horas en auto desde la capital dominicana, Haití me pareció más lejano y más cercano que nunca. Lejano porque me sentí paralizada de impotencia, no sólo en acciones sino también en la dificultad de comprender las distintas dimensiones en juego. Cercano, porque me conectó con nuestras pobrezas.

Los 25 de noviembre de todos los años se conmemora el Día Internacional de la eliminación de la violencia contra las mujeres. Esa fecha fue elegida en honor a las hermanas Mirabal: tres heroínas dominicanas asesinadas por luchar contra el dictador Trujillo. Tal vez, este año nos podamos inspirar en su lucha para reforzar esfuerzos para eliminar las muchas otras violencias que tenemos pendientes, entre ellas la pobreza.

Fotografía desde http://www.mujeresenconexion.org/?q=node/495

lunes, 15 de noviembre de 2010

A las 5 de la tarde estaré en la estación de trenes

Por Francisca Aguilar González

 
Las válvulas tienen la función de abrirse, liberar y luego, cerrar. Las situaciones tienen esa capacidad también. Las imágenes, la música, una conversación, un sueño casi real, un abrazo imaginado, un recuerdo que una y otra vez es recordado.

Somos expertos encubridores de emociones que a veces concientemente guardamos, porqué no es el momento de liberarlas, porque tengo una imagen que cuidar, porque la verdad eso es para los débiles.

Hoy viendo la película Hachiko surgió todo aquello guardado. Una válvula se abrió, han pasado las horas y aún no la puedo cerrar. Me preguntaba qué hubo en esas imágenes que de un estado neutro pasé a la catarsis. Será que más allá de nuestra forma cultural de hacer y existir, hay deseos y formas humanas por sobre el deber ser, siendo el mismos film un estimulador de esos deseos.

¿Será que todos queremos que alguien nos espere como Hachiko?, ¿será que deseamos conversar sin preguntas, sin palabras para poder fluir?, ¿será que queremos tener y ser incondicionales sabiendo que será un trato acordado y cumplido?.

A veces uno busca o encuentra. Las personas están en esa constante creencia, piensan que buscan, otros piensan que encuentran, finalmente es una sincronía y uno se “conoce” con las personas y/o con nuestros animales. ¿Qué se espera?, muchas cosas, de preferencia, acuerdos o códigos culturales, formas aprendidas de lo que debe ser una relación y también, algo bellísimo y esperado, que “nos quieran tal cual somos”, sin preguntas, sin observación, solo con los brazos abiertos…o lo que resumimos bajo la palabra “lealtad”, ella no es cultural, es nuestro deseo, es lo que quiero de ti, de todos, es lo que queremos.

El film Hachiko retrata dicho deseo con simpleza y sorpresiva claridad: “que alguien nos espere todos los días, a las cinco de la tarde en la estación de trenes”.

(Hachiko, gran película, véala)

miércoles, 20 de octubre de 2010

Equilibrio y armonía






A primera vista la tempestad de nieve en alta mar de William Turner (1842) parece solo un conjunto de luces y sombras cuyas formas eventualmente nos llevan a fijar la atención en la silueta parcial de un barco a vapor en medio de una tormenta. Lo que siempre me ha atraído de este cuadro es la maestría con que su autor utiliza el desequilibrio de luces y formas para crear una relación armónica que nos invita a perdernos en su obra.

Al igual que las obras de arte, nuestras estructuras sociales se caracterizan tanto por los objetos que las constituyen – sus protagonistas- como por las relaciones que los unen. En consecuencia, nuestros criterios de evaluación sobre el éxito de dichas estructuras pueden ser distintos dependiendo de la perspectiva que tomemos. Por ejemplo, si nos enfocamos en los protagonistas, tendemos a utilizar el concepto de equilibrio o equidad. Por el contrario, un criterio de armonía tiende a surgir cuando nuestro análisis se centra en el estudio de las relaciones y dinámicas sociales. Esta dicotomía es la que Voltaire abordaba al asegurar que por encima de la balanza – símbolo del equilibrio- se encuentra la lira, imagen de la armonía

Desde el punto de vista de Voltaire el equilibrio no puede ser considerado una fuerza creadora. Por el contrario, equilibrio implica la anulación de fuerzas, como bien lo establece la primera ley de Newton; sin desequilibrio nuestro universo no podría existir. Llevado al campo social, creo que la búsqueda de equidad solo lleva a un estancamiento a través de la pugna de poderes en una convivencia forzada, algo que podemos observar tanto en estructuras de familia como en entes políticos.

En cambio, cuando nuestro enfoque se centra en las relaciones sociales, son las sinergias entre entes, ideas y esfuerzos diversos las que definen el éxito. Como en la obra de Turner, la armonía que surge del desequilibrio se vuelve creativa cuando aceptamos que cada componente tiene una voz que debemos escuchar sin prejuicios ya que cumple un rol critico en nuestro desarrollo social. Desde esta perspectiva el desequilibrio nos permite avanzar y crecer. Sin embargo, este desequilibrio también puede convertirse en una fuente de inequidad a menos que nuestro sentido de justicia nos impulse a sentar como prioridad la protección de los sectores más desvalidos en nuestra trama social. Esta idea, propuesta originalmente por John Rawls, sugiere que la historia ha de juzgar nuestra sociedad, no desde un punto de vista de equidad, sino basada en nuestros esfuerzos y logros en el cuidado de los más vulnerables. Al igual que Turner y Voltaire, Rawls pone implícitamente la lira por sobre la balanza al desarrollar su concepto de justicia social.

Por Ricardo M. Letelier

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Acciones, coordinaciones y reconfiguración


Caminar, comer, escribir, leer, reír, llorar son acciones determinadas que hacemos a diario sin tener la plena conciencia del movimiento de las piernas al caminar o de las manos y boca para comer o el imparable horizontalismo de los ojos al leer, tampoco tomamos consciencia de los músculos como modifican su forma al reír o al llorar. Esta acción es el “producto final” de la serie de transmisiones nerviosas que van desde el cerebro, que da la instrucción, hasta el musculo, que la recibe, esta coordinación, este sistema de mensajes que determinan la movilidad es lo que nos permite “estar normal”.
Recientemente aprendí sobre el poder del cerebro, conociendo enfermedades autogeneradas, consecuencia de una instrucción exagerada del sistema nervioso central, reaccionando quizás ante una potencial amenaza, se convierte en un peligro para el resto del organismo, los músculos sobrerreaccionan y crean un impacto tan potente que resiente su consistencia normal, provocando consecuencias mayores, que en algunos casos, demora meses la recuperación.
Las coordinaciones erradas, dañan el ritmo y el fluir de las acciones, seguir sólo una instrucción sin razonar es lo que nos distancia de las máquinas, las que mediante una programación configuran las coordinaciones y las consecuentes acciones. Cuando hay problemas, la solución es “reset” y volvemos a configurar nuestro sistema establecido artificialmente. En el caso del cuerpo humano, los impulsos nerviosos son movimientos y transacciones automáticas que van acumulando memoria y adaptaciones según los cambios percibidos, generan automáticamente nuevas configuraciones, no producto de un razonamiento orgánico ni molecular, sino que en base a la articulación de combinaciones coherentes.
Evidentemente en nuestros procesos naturales y biológicos, las experiencias e interacciones nos van dando esa configuración que compone nuestro estar y hacer. Las coordinaciones forman parte del desarrollo y crecimiento, por ejemplo, los bebés aprenden del  entorno próximo – la familia-  caminar está compuesto por imitaciones de movimientos, conductas e impulsos nerviosos que se coordinan. Aprender a hablar, son coordinaciones de lengua, mandíbula y crecimiento de la dentadura que permite la resonancia necesaria para que la unión de las frecuencias sonoras formen los sonidos que componen las palabras.
Todas estas coordinaciones normales son desarrolladas por lo que entrega el entorno, la interacción que se establece con él y la configuración de los genes en su conjunto es lo que genera la capacidad de procesar, adaptar y reconfigurar la información genética. Las acciones son la consecuencia de un proceso consciente e inconsciente de nuestro organismo.

Acciones, escencia del hacer

Las acciones son la esencia del hacer, cuando pasamos desde el pensar al actuar es cuando se concretan las ideas, es el momento en que se hace real y tangible la brillantez de los pensamientos y del proceso creativo. Es cuando la materia gris se transforma en tornasol. 
El proceso creativo es una secuencia de pensamientos y acciones que van modificando y replanteado el hacer y pensar. Todo proceso necesita un tiempo de decantación y evaluación, tal como aprender a caminar, no es algo inmediato, aunque la intención existe si no hay un proceso de gateo o de caídas repetidas, es difícil conseguir la postura erguida y equilibrada para dar los pasos. Es requisito pasar por la consciencia de los movimientos, para que las coordinaciones se configuren y permitan la fluidez de los actos ya aprendidos.

Espacio de distinciones

Las distinciones de los sentidos, por ejemplo, nos va dejando una huella en la historia de nuestras vidas, al sentir un aroma por primera vez lo internalizamos dentro de nuestro catálogo de experiencias vividas. 
Posteriormente ya no nos impresionará, quizás evocará algún momento determinado pero ya no analizaremos aquel aroma que tenemos agregado en nuestro recuerdo. En lo que contribuirá es en distinguir entre un aroma y otro, porque está dentro de nuestra memoria percibida. 
La impresionante perfección del cuerpo humano, como sistema de coordinaciones permite que las acciones sean coherentes, permiten movimiento y funcionamiento. Da los espacios para incorporar nuevas distinciones, es flexible y adaptable, es integrador y dispuesto a buscar nuevos caminos si ve obstruido el funcionamiento normal. 
Aun con todas las virtudes, el cuerpo humano requiere de la interacción y de la exposición, necesita crear lo anticuerpos para defenderse, sus procesos son potenciados y facilitados por la experiencia y la capacidad de almacenar episodios para formular las soluciones. 
La inconsciencia de los movimientos es producto de la experiencia adquirida, tomar consciencia de los actos requiere concentración y capacidad de distinguir entre uno y otro. Al tener que modificar alguna acción o funcionamiento del cuerpo es cuando nos damos cuenta de la cantidad de acciones que se ejecutan instantáneamente para llevar a cabo un movimiento.
Así es como nos movemos en nuestro hacer diario, lo que hacemos o con quienes interactuamos van modelando nuestra manera de ser, de vivir y de actuar. El proceso de creación casi no es percibido por etapas individuales, es un conjunto de pensamientos y de acciones que han determinado nuestros procesos, en este caso mentales. La manera en que conversamos con otros  es parte de lo que define nuestra identidad dentro de una comunidad. La manera en que nos vestimos, es el resultado del conjunto de interacciones con otros, la configuración de nuestras familias, de nuestra sociedad, cultura o religión. 
Somos un cuerpo que interactúa por dentro y por fuera en un sistema de coordinaciones que deben combinarse coherentemente, en el interior no tenemos plena consciencia y dominio de los procesos, en el exterior somos quienes decidimos y definimos nuestro hacer.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Los discursos anímicos y slogans de las élites del Bicentenario

 En el Bicentenario se han manifestado, con diferente fuerza, dos grandes discursos anímicos que atraviesan las élites dirigentes chilenas. “Lo hacemos bien” y “la resiliencia o la energía” para levantarse frente a la adversidad.



La auto satisfecha y distante Concertación hace las cosas bien

El primer discurso es el de un cierto sector de la Concertación que sigue mirando “su obra” con una autocomplacencia que raya en la soberbia. Esto a pesar de la derrota electoral en la elección presidencial en que obtuvo sólo un cuarto de los votos, que ponderado en el total de potenciales votantes le da una representatividad aproximada del 15% de la población. Ante estos números -para una coalición que reúne a cuatro partidos “importantes”-, es evidente que deberían surgir preguntas profundas como ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué estamos tan lejos del electorado? ¿A quiénes estamos representando? Sin embargo la soberbia lleva a la sordera y a la ceguera y dificulta plantearse preguntas que puedan cuestionarse a sí mismo. Es lo que le pasa a la Concertación.

Ayer, 18 de septiembre de 2010, el ex presidente Ricardo Lagos señaló en una entrevista al periódico  El Mercurio, “Hoy, hay una percepción general de que las cosas se han hecho bien”, que es casi la misma frase con que Juan Gabriel Valdés, su ex canciller, defendió ante el Congreso la nueva campaña de imagen de Chile hacia el mundo, señalando que en “el extranjero hay una percepción de que Chile hace las cosas bien”.  Esta ha sido la frase slogan de numerosos dirigentes de la Concertación, particularmente de los que estuvieron en altos cargos de gobierno.

¿Cuáles son las cosas? ¿Percepción de quiénes? ¿Bien en relación a qué? ¿Quién sería Chile? Preguntas que surgen inmediatamente con una mínima mirada crítica, sobre todo ante el resultado electoral de diciembre y en el contexto del Bicentenario. Pero, hay que reconocer que es injusto pretender que un slogan responda preguntas racionales, cuando en realidad el objetivo es más bien instalar un estado de ánimo. ¿Quién habrá “vendido” ese estado de ánimo? ¿Cómo se creó?  ¿Quiénes lo comparten?  Un grupo de poder significativo: gobernantes, empresarios, tecnócratas, publicistas y lobistas, la élite del proyecto concertacionista del último tiempo.

Pero su representación es cada vez menor. Y en eso sí al slogan se le puede pedir más, porque su debilidad es que precisamente contribuye a generar más distancia con la enorme mayoría que disiente en cuáles son las “cosas” importantes, qué cuestionan “bien” porque no conocen el marco de referencia o el punto de comparación, qué no saben a qué Chile se refiere. Un slogan anímicamente excluyente, creado hábilmente por los narradores para celebrar su propia obra. 

La emergente y frágil pura energía del Gobierno

El otro discurso anímico queda bastante bien retratado en el nombre del acto pirotécnico  Bicentenario, implementado por el Gobierno en la Plaza de la Ciudadanía: “Pura energía, puro Chile”. El tema es amplio y más empático, y comienza a remplazar como sello al “Gobierno de excelencia”, tan parecido al slogan concertacionista, pero aparentemente imposible de reflejar en la realidad de los hechos. Hábil cambio y aprovechamiento de la oportunidad.

Dos hechos noticiosos marcaron este año, el terremoto de febrero y los mineros atrapados en la mina, hechos extraordinarios del año 2010 que se  transformaron en motivo central de las celebraciones “bicentenáricas”. A eso se sumaron banderas gigantes de tela y humanas, un largo feriado obligatorio  que vació las ciudades y un acto tipo Teletón en el Estadio Nacional, animado por el infaltable Don Francisco, para una celebraciones que parecieron más de Año Nuevo, que de Doscientos Años de vida independiente.

Doscientos años de historia parecieran haber convenientemente quedado en el olvido ante la omnipresencia del hecho noticioso de los mineros. Es imposible referirse a nuestros doscientos años, sin hablar de los últimos cuarenta. Pero también es difícil pararse frente a La Moneda, en una situación de conmemoración histórica y no recordar como primera imagen el bombardeo de 1973. Desde el punto de vista de la imagen, es como hacer un show de luces en Auschwitz y no recordar el campo de concentración. Probablemente con la intención de evitar el conflicto y la “mala onda” que contaminaría la “pura energía” se optó por el mínimo común denominador, aquellos que nos une a todos, y Condorito terminó de protagonista principal.

La palabra de moda, que ahora pareciera definir nuestra alma nacional, es resiliencia, esa capacidad de reaccionar que habrían demostrado los chilenos frente a la adversidad del terremoto y de la que dan cuenta los videos de los mineros que produce el gobierno. Cabe preguntarse, ¿Si no hubiésemos sufrido la tragedia que 33 seres humanos quedaran atrapados bajo tierra, de qué se habría tratado el Bicentenario?

Uno de los temas centrales del presidente Piñera es la Unidad, y pura energía parece ser su camino. Pero para avanzar en ese camino, se requiere más que una propuesta de emoción positiva. Todavía hay demasiado dolor, rabia y miedo contra los que puede chocar la “propuesta energética”.  Para mirar el futuro compartido es necesario abrirse a una conversación más verdadera y menos maqueteada, hacerse cargo del pasado, no negarlo.  Entre otras cosas porque las visiones que gestaron ese pasado, siguen latentes con todas sus cargas emocionales y memorias auto consolidadas.

Es bastante difícil que nos pongamos de acuerdo, pero por lo menos aspiremos a un país donde expresar una opinión con la que no estoy de acuerdo, no se sea motivo de descalificaciones e insultos, sino una oportunidad de ensanchar el espacio de las posibilidades. Si no, nos vamos a quedar en los mínimos comunes, y capaz que celebremos el tricentenario hablando de Condorito, las teleseries, el fútbol y algún nuevo terremoto.

domingo, 12 de septiembre de 2010

¿Cómo se decide la identidad nacional?


En medio de las celebraciones del Bicentenario, se lanzará la nueva campaña de Chile, para nuestro posicionamiento internacional. En una nota anterior dejé ver los riesgos del Slogan elegido, “Chile hace bien”, que se presta fácilmente para la ironía. Curiosamente la ironía no llegó desde los críticos, sino desde la propia campaña que celebra que Chile hace (las cosas) bien, cuando por un error de la agencia creadora, en una de su pieza gráficas centrales apunta a que “nuestro país es el destierro más árido del mundo”.

En esta nota quiero destacar otra de las piezas gráficas: el iceberg. Quizás algunos ya lo olvidaron, pero en Exposición Universal de Sevilla, la primera en que participó Chile luego que asumiera el gobierno el establishment emergente de la Concertación, el símbolo de nuestro pabellón fue un Iceberg. Hace casi veinte años el racional detrás del congelado símbolo, fue que necesitábamos separarnos del “tropicalismo” latinoamericano, que teníamos que hacer ver que nosotros éramos mejores que nuestros vecinos, más parecidos a Europa. Fue la elección consciente y clara de un grupo de ideólogos, publicistas y, hoy, lobistas, políticos y tecnócratas, para diseñar la narrativa de un país. El iceberg actual, el de “Chile hace bien”, es probablemente el símbolo del cierre de ese ciclo.

La narrativa propuesta está gastada, no es empática ni sensible, es poco creativa, casi por cumplir. Autocomplaciente, cae en el mismo error en que cayó la campaña presidencial de la Concertación: adularse a sí misma, la propia obra realizada, más que hablar del nuevo país que somos. Son los narradores oficiales, los guardianes del discurso felicitándose a sí mismos.

La campaña “Chile, hace bien” se pagará con el dinero de todos los chilenos. No es una campaña privada. Se presentó recientemente a la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento, donde el mayor comentario, según informó El Mercurio, fue que había que darle más presupuesto.

En el año del Bicentenario, donde debiera estar presente la preguntas sobre nuestra identidad pasada, pero sobretodo la presente y futura, cabe preguntarse sobre la representatividad de la campaña. ¿Cómo se decide qué es lo que Chile quiere proyectar al mundo? En la Constitución el uso de los símbolos patrios es casi absurdamente restrictivo. ¿Cómo se explica en ese contexto el uso de la “imagen país” hacia el mundo? ¿Quiénes la deciden, quiénes se sientan a la mesa a decidir la narrativa oficial de Chile?

Para que haya unidad nacional, representación y sentido de pertenencia de todos, participación y cariño por nuestras instituciones y su gente es probable que haya que renovar y ampliar la mesa, pero sobretodo abrir las puertas y ventanas de la casa común.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La nueva imagen: “Chile is good for you”


“Chile is good for you” es el nuevo slogan que ordena el rediseño del posicionamiento de Chile en el exterior. La campaña fue presentada ayer por el director ejecutivo de Fundación Imagen de Chile, Juan Gabriel Valdés, a los miembros de la comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados. Imagen
En español, el slogan elimina  el (te) y deja solamente “Chile hace bien”, para subrayar y jugar con el concepto de que “Chile hace bien las cosas”, porque según “evaluaciones realizadas en el exterior, Chile ha hecho bien sus tareas en diversas áreas”.
El nuevo slogan ofrece muchos flancos. Me recuerda la campaña “Hong Kong te deja sin aliento”, que luego del brote de la epidemia de gripe que afectaba mortalmente las vías respiratorias, tuvo que ser eliminada.
Un slogan hacia el exterior debe resonar con el interior, o no funciona. Aunque estemos en un clima bicentenárico y apreciativo de lo nacional, que “Chile hace bien las cosas” es más una auto felicitación de la clase política y tecnócrata  gobernante, especialmente la de gobiernos pasados,  que una percepción homogénea instalada entre los chilenos. Algunos puntos de alto impacto para la discusión: reacción ante el terremoto, bulling y rendimiento en los colegios, destrucción del medio ambiente, abstención de participar en las elecciones de porcentajes enormes de la población y voto mayoritario por el cambio, el Transantiago, etc.
Por otro lado, algunos "maliciosos" podrían rápida y fácilmente ridiculizar la campaña con imágenes como los mineros atrapados a setecientos metros de profundidad, o los mapuches muriendo en huelga de hambre, o los millones de niños afectados por la contaminación de Santiago en otoño, o la destrucción de las costas por las termoeléctricas, en fin siempre habrá imágenes para manipular e ironizar con “Chile hace bien”. Y en tiempos de redes sociales, las imágenes se desplazan a la velocidad de la banda ancha.
La estrategia tiene un costo de 10 millones de dólares. Los diputados reaccionaron con inquietud ante el bajo monto solicitado, ya que en otros países la inversión en “imagen país” es mucho más alta. Quizás sería razonable que antes de hablar de presupuesto, se realizara una mínima evaluación de sentido común de la campaña propuesta. La evaluación de si es “mucho” o “poco” también dependerá del impacto producido.

lunes, 19 de julio de 2010

La importancia de las comunidades en el diseño de las políticas públicas

Por Ricardo Higuera Mellado

En los últimos años, el Estado chileno ha trabajado por convertirse en una institución eficaz y eficiente. En su devenir, y en especial en los últimos 20 años, se ha nutrido de elementos propios de la empresa privada, con el fin de otorgar un mayor profesionalismo al diseño, a la implementación y a la evaluación de aquellas políticas públicas que impactan directamente en la vida de las personas.


Se ha trabajado por reclutar a profesionales experimentados, con antecedentes que demuestren dominio y habilidades sobre distintas materias; se ha debatido sobre aspectos de la vida humana que son propios de sociedades en vías de desarrollo; se han trazado caminos para insertar a nuestro país en el contexto internacional tanto en el plano de la economía como en el de las relaciones exteriores y la cultura; se han elaborado planes y programas que permiten conducir al país hacia ese tan anhelado (y a veces tan esquivo) desarrollo. En el fondo, se han focalizado los esfuerzos en instalar una conversación en torno a cómo Chile puede ser una nación más inclusiva, generosa y con conciencia social.

En el ámbito operativo, todas estas innovaciones apuntan a que el Estado se convierta, entre otras características, en un actor con mayores capacidades gerenciales, que se elimine la burocracia y que, de esta manera, se inyecte agilidad y transparencia en la asignación de recursos y en la toma de decisiones que afectan los beneficiarios, que no son más que los propios ciudadanos. En este sentido, se habla de una nueva gerencia, asociada a incorporar valor público en las decisiones que se toman a nivel de Estado.

En los últimos años, Chile ha sido testigo de una serie de políticas que apuntan a convertirse en un mejor país. Entre los grandes objetivos de la Concertación (una actual abreviación de la llamada Concertación de Partidos por la Democracia, post dictadura de Augusto Pinochet) se encuentran: lograr que nuestro país sea capaz de acabar con la pobreza, que el sistema de salud sea lo suficientemente robusto y operativo para abordar las problemáticas de morbilidad que afectan a la población en su conjunto; que la Educación se convierta en el factor que logre romper con la costumbre de las castas y los apellidos que aseguran una mejor calidad de vida a las generaciones futuras; que Chile se convierta en un actor competitivo a nivel económico, un referente en materia de política exterior, una nación que se cuadra con los acuerdos medioambientales a los cuales han adscrito decenas de países alrededor del mundo; que existan las condiciones para un empleo pleno; que se rompa la exclusión basada en políticas de género de deficiente implementación y que aumentan la brecha en el acceso y participación de hombres y mujeres; que Chile sea un país abierto, inclusivo, tolerante y respetuoso de la diversidad étnica, religiosa, sexual y cultural.

Visto desde esa perspectiva, ha sido un trabajo que ha buscado incluir las distintas miradas, experiencias y estilos de vida de las distintas comunidades que conforman los casi 17 millones de personas que viven en Chile. Y, lejos de ser una tarea cumplida, desde el punto de vista de la inclusión, nos encontramos en un camino intermedio, en donde la labor que se ha venido realizando está en un proceso previo a una maduración total.

Pocos podrían afirmar que Chile sigue siendo el mismo que hace 20 años. Nuestro país ha transitado hacia una apertura que ha permitido instalar aquellos temas que son gravitantes para el desarrollo de nuestra sociedad. Ley de filiación; políticas de igualdad de acceso a oportunidades de educación y salud; inclusión de las etnias originarias; obras de infraestructura; mecanismos destinados a lograr una disminución real de la pobreza; políticas migratorias; planes y programas que buscan dar impulso a los pequeños y medianos empresarios, reconocimiento de los distintos cultos religiosos; posiciones claras respecto a temas clave para el desarrollo de la política exterior, como los Derechos Humanos o participación en guerras (llamadas “luchas contra el terrorismo internacional”), igualdad de género, entre tantas otras, forman parte de un abanico de aspectos que nuestra nación ha trabajado y se ha preocupado de fortalecer para dar cuenta que en estas dos décadas se ha avanzado hacia un sistema de políticas públicas abiertas, inclusivas y con alto impacto.

Sin embargo, muchas de estas políticas públicas han fallado, indistintamente, en sus etapas de diseño, implementación o evaluación. ¿Por qué?

Como base de este análisis, por políticas públicas debería entenderse (1) un curso de acción estable (2) definido por el gobierno (3) para resolver un área relevante de asuntos de interés público (4) en cuya definición en las actuales sociedades suelen también participar actores de origen privado (Tomassini, 2007). Y desde una perspectiva comunicológica, cabría preguntarse qué valor cobran las distintas comunidades que componen una sociedad justamente para la etapa de diseño de las distintas políticas públicas.

Desde el punto de vista comunicológico, comunidad se traduce en un espacio común, en donde bastan dos personas para generar un mundo particular, un espacio en donde surgen códigos, lenguajes, intereses similares, objetivos, planes, estrategias, anhelos que se quieren alcanzar, que se quieren cumplir. En ese mundo común la identidad como uno de los elementos centrales de su constitución.

Para lograrlo, se apela a la voluntad y el interés para establecer mecanismos que permitan remar en esa dirección, agrupando todas las fuerzas involucradas, para que el trabajo sea menos costoso y, a su vez, pueda satisfacer a más personas, a todos los integrantes de esa comunidad. En ella, sus miembros se reconocen, distinguen elementos que los constituyen como tal y construyen sobre una base común que les permite proyectar sus intenciones.


En un país que se encuentra inserto en un mundo globalizado, como en el que vivimos actualmente, las comunidades en nuestro país se han multiplicado exponencialmente, cada una con distintas identidades.

Bajo esta mirada, cabría preguntarse qué ha hecho el Estado por considerar la existencia de estas comunidades, por ejemplo, en la etapa de diseño de una determinada política pública. Conveniendo de antemano que en un diseño de esta magnitud es imposible considerar cada visión de forma particular, los organismos públicos deben ser capaces de contar con la suficiente apertura para incluir las distintas demandas que existen en aquellos grupos que, en la posterior etapa de implementación de estas políticas, se transformarán en los beneficiarios directos. Es importante que se tomen en cuenta las distintas experiencias, que el aparato público sea capaz de escuchar lo que la ciudadanía quiere decir, lo que anhela, lo que demanda para satisfacer sus necesidades. En sentido opuesto, lo peor que puede hacer el Estado es dedicarse a implementar políticas que se diseñen a puerta cerrada, que respondan a intereses particulares o que se encuentren alejadas de la realidad que afecta al país y a las comunidades que lo componen.


Es necesario que en la etapa de diseño exista una etapa previa de diagnóstico en donde se establezcan los lineamientos sobre los cuales se va a trabajar. Y que ese diagnóstico se realice en conjunto con aquellas comunidades a las cuales se afectará con el diseño de una determinada política. Esto, por varias razones centrales: primero, por ser ellas las beneficiarias directas; segundo, por los recursos que se invertirán en que se lleve a cabo y, tercero, por las repercusiones que puede tener tanto a nivel interno como externo en el desarrollo y estabilidad del país.


Es importante que el Estado sepa distinguir a aquellas comunidades que pueden ayudarlo a cumplir esos objetivos, como también a las que pueden entorpecer su desarrollo e implementación. Y desde esa perspectiva, el rol activo de todos los integrantes de una determinada comunidad, juega un rol preponderante. Son ellos quienes deben trabajar para que sus inquietudes y demandas tengan cabida en las decisiones que se toman a nivel gubernamental.


Retomando el símil entre Estado y empresa privada, las comunidades también son relevantes en el diseño de una política pública, porque son ellas quienes, en el proceso de implementación, podrán validar su efectividad, tal como una empresa que se puede llamar como tal sólo si hay consumidores que participan de ese proceso transaccional. E incluso ahondando en esta concepto, las comunidades internas –las que pertenecen al Estado- también juegan un rol preponderante, ya que son ellas las que se encargarán de implementar las opciones que se tomaron en la etapa de diseño. En este sentido, es clave que el aparato público sepa reconocer a aquellas comunidades que permitirán que estos procesos se desarrollen de forma satisfactoria.


Chile se encuentra en una etapa clave de su historia: la celebración de los 200 años de independencia demandan que el país se encuentre preparado para dar aquellos pasos que faltan para alcanzar el desarrollo. Y en este sentido, el concepto de inclusión al que se hizo referencia previamente en este texto, cobra una relevancia especial. Es importante que se generen los espacios adecuados para que la participación activa de las distintas comunidades en el país sea provechosa para los objetivos que se han establecido como una nación que se encuentra ad portas de la celebración de su bicentenario.

martes, 6 de julio de 2010

Comunidades virtuales, ¿nuevas formas de construir colectividad? *





Por Marta Rizo García


Es un hecho que los procesos de comunicación se están modificando; pero también es un hecho que la llamada comunicación masiva –con medios como la televisión y el radio, fundamentalmente- sigue muy anclada a la realidad social actual. No por ello, sin embargo, pierde sentido debatir acerca de las nuevas formas de ser y estar –y por tanto de las nuevas formas de comunicarnos- que promueven los espacios virtuales configurados por la red de redes, el Internet. Si tomamos en cuenta el sentido etimológico del término “comunidad”, tenemos que proviene de la voz latina communis, que deriva en cum (con, conjuntamente) y munus (carga, deuda). De ello, se puede inferir que la comunidad remite a una relación social caracterizada por obligaciones mutuas. Otro sentido del término communis está ligado a la noción de comunión, al acto de compartir y de situarse en conjunto. Este otro sentido aproxima el término comunidad al de comunicación. Toda comunidad requiere del establecimiento de una red de vínculos e interacciones y relaciones entre sujetos; requiere también de la gestación y mantenimiento de un sentido de pertenencia y de la realización de acciones colectivas impulsadas por los miembros de dicha comunidad.

En la actualidad, la noción de comunidad “ha sido privilegiada para dar cuenta de la gama de espacios sociales y técnicos que emergen de las redes informáticas, permitiendo a los individuos interactuar y encontrarse de distintas formas” (Siles, 2005: 56). Vale la pena retomar la distinción entre el uso coloquial del concepto comunidad y su significado etimológico –procedente de communis, común-. Muchos autores afirman que una comunidad no se refiere tanto al espacio físico en el que sus miembros interactúan, sino más bien a la cualidad de estas congregaciones de compartir objetos en común.

En sentido estricto, no puede hablarse del fin de los tiempos de lo masivo, pero sí de un escenario comunicativo modificado por el surgimiento y consolidación de nuevos dispositivos de información y comunicación radicalmente distintos –sobre todo en la relación que establecen con los usuarios, muy distantes y distintos a las audiencias pasivas anteriores- a los medios anteriores que, sin duda, todavía se mantienen con fuerza.

¿Qué sucede cuando las comunidades se relacionan en un espacio virtual y no físico? ¿Qué nuevas formas de comunidad se crean en estos nuevos entornos tecnológicos? Howard Rheingold fue el primer autor en usar la palabra comunidad virtual, y la definió como el conjunto de “agregados sociales que surgen de la Red cuando una cantidad suficiente de gente lleva a cabo estas discusiones públicas durante un tiempo suficiente, con suficientes sentimientos humanos como para formar redes de relaciones personales en el espacio cibernético” (Rheingold, 1996: 20). En esta definición es importante prestar atención a los conceptos de lo público, la suficiente cantidad de personas y la formación de redes de relaciones, tres de los requisitos básicos para la existencia de las comunidades, que al tener presencia en dispositivos tecnológicos modifican las relaciones humanas y se desterritorializan, es decir, se dispersan geográficamente. En otros términos, “la comunidad se desterritorializa e individualiza, se convierte en una red de relaciones sociales significativas que pueden ser muy dispersas geográficamente” (Ninova, 2008: 302).

Hablar de comunidades virtuales requiere, antes que cualquier otra cosa, tener claridad en torno a lo que entendemos por virtualidad, un término que ha dado lugar a múltiples definiciones. El término virtual proviene de la voz del latín medieval virtualis, un derivado de virtus, que significa fuerza, poder. Lo virtual serviría, así entonces, para designar lo que no es sino fuerza o en potencia, lo que es real pero no actual, nos dice Deleuze (1996). Por otra parte, según Philippe Quéau (1993), virtual viene también de vertu, que significa poder o calidad, lo cual lo lleva a establecer un enlace entre virtual y virtud. Hay muchas formas distintas de concebir a lo virtual, pero todas ellas comparten el considerar que la naturaleza de lo virtual se puede definir como “la generación tecnológica de un entorno de percepciones y experiencias en el que es posible la interacción, es decir, es posible modificar el entorno en función de los estímulos y las respuestas que se van produciendo” (Núñez, 2008: 210). Siguiendo a Siles, “lo virtual es a lo real lo que la copia es a lo original: un reflejo, una representación o una reproducción a veces fiel y a veces rebelde. Esta aproximación está basada en una posición teórica de representación según la cual lo virtual está subordinado a la entidad original de lo real. Las dos formas esenciales son inmutables y separadas la una de la otra: lo virtual no es sino una pálida imitación de lo real. En ese sentido, lo virtual degrada necesariamente lo real: en palabras de Baudrillard, lo virtual sería un ‘simulacro’ o un ‘doble’ de lo real” (Siles, 2005: 60). Como simulacros de lo real, así, las comunidades virtuales son una especie de copia de las comunidades reales. Desde esta óptica, se puede afirmar que el grupo de personas que interactúan en las comunidades virtuales lo hacen de forma ficticia, de modo que se degradan las relaciones interpersonales cara a cara. Hay autores que consideran que las comunidades virtuales son simulaciones de los encuentros cara a cara, y por ello, pueden ser consideradas como representaciones aparentes de los encuentros reales. Esto último pone el acento en un debate que aún permanece sin respuesta: ¿es contradictorio hablar de comunidad virtual en tanto la idea de comunidad requiere de lealtades a largo plazo y de contactos cálidos afectivamente hablando? Como afirman Proulx y Latzko-Toth (2000), si las comunidades, por definición, consisten en relaciones sociales entre un grupo de personas cercanas en un espacio geográfico determinado, resulta paradójico asociar el término comunidad al adjetivo virtual, que remite a la abstracción y la simulación.

Todo tema polémico genera visiones encontradas que, a menudo, no hacen más que simplificar el debate. En este caso, existen visiones apocalípticas e integradas, o tecnófobas y tecnófilas, respectivamente. Desde un punto de vista optimista, hay autores que consideran a las comunidades virtuales como liberadoras: “lo virtual se convierte en una resolución de las imperfecciones de lo real. Por medio de lo virtual, el individuo es capaz de realizar –o de actualizar- los potenciales latentes del mundo” (Siles, 2005: 61). Según esta perspectiva, lo virtual sería complementario y suplementario de lo real, y nunca degradatorio. En la misma línea se sitúa Rheingold (1996), para quien la comunidad virtual es un espacio liberador para sus miembros, una alternativa ante las imperfecciones del mundo, un medio de igualación de las diferencias y de emancipación de las minoridades sociales, capaz de revitalizar la esfera pública.

En el otro extremo, estarían aquellas visiones negativas que consideran que la comunicación cara a cara está desapareciendo por el papel cada vez más importante que juegan las tecnologías de información y comunicación (TIC). Pero, ¿puede desaparecer la esencia del ser humano, es decir, la comunicación? Nada más alejado de la realidad. Ello no significa que, efectivamente, la comunicación interpersonal esté sufriendo cambios constantes, pero de ahí a considerar que va a desaparecer, hay un trecho muy amplio que debe hacer repensar estas visiones tecnófobas.

En las situaciones de comunicación por medio de las TIC no le damos tanta importancia al contexto físico, elemento fundamental en la comunicación cara a cara. El concepto de conexión, vinculado al de interacción, modifica incluso la concepción de la persona, hasta considerarla como un ente portátil. Lo anterior queda claro en la siguiente afirmación: “No necesariamente tenemos que estar fijados en un lugar para comunicarnos con otros, el contexto físico se vuelve menos importante. Las conexiones son entre personas y no entre lugares, así la tecnología proporciona un cambio: conectar las personas estén donde estén. Las personas se vuelven portátiles, pueden ser localizadas para interacción a través de la tecnología en cualquier lugar. De este modo, la comunicación persona a persona se vuelve central y apoya la desfragmentación de los grupos y las vecindades” (Ninova, 2008: 303).

Las pérdida de espacialidad y temporalidad ha sido concebida por otros autores como causante de la pérdida de la intersubjetividad y, al fin y al cabo, como pérdida del sujeto: “El hombre no es tal sin el ser-con-los-otros, es decir, sin reconocer y ser reconocido por los demás, sin interpelar y ser interpelado, sin la interlocución que implica comunidad” (Herrero, 2008). Lo que antes era concebido como un uso del tiempo en relaciones e interacciones cotidianas cara a cara, y con gran presencia de lo público como escenario, hoy parece diluirse en nuevos espacios para las relaciones humanas. Espacios que no deben concebirse como promotores de la soledad y el aislamiento de las personas: “se ha exagerado el aislamiento al que puede conducir el uso de estas aplicaciones. Como si en la interacción cara a cara, en las relaciones tradicionales en las que se comparte el espacio físico, no existiera la soledad o el aislamiento” (Valiente, 2008: 3).

La reflexión sobre las comunidades virtuales debe ir indisociablemente ligada a las preguntas sobre las formas de relación cotidiana que estas comunidades traen consigo. Los sujetos, a lo largo de la historia, han construido diversas formas de relacionarse y de crear grupos y colectividades. La novedad, ahora, es que estas posibilidades se están ampliando: “La comunicación online amplía el alcance de las redes, permite mantener y fortalecer más relaciones” (Ninova, 2008: 304). Como las redes sociales en el espacio físico, las redes sociales en internet permiten la relación personal entre sus miembros y construyen nuevas formas de organización. Es decir, los cambios en los escenarios comunicativos están propiciando nuevas formas de comunicación, mas no están haciendo desaparecer la esencia comunicativa del ser humano, que sigue comunicándose cara a cara con sus semejantes.

Más allá de situarnos del lado extremo de los tecnófilos o los tecnófobos, consideramos que debemos asumir una postura reflexiva frente a estas nuevas formas de comunicación que presenciamos actualmente. Pensarlas implica generar nuevos conceptos o re-definir los ya existentes. Las comunidades reales no van a desaparecer ante la cada vez mayor presencia de comunidades virtuales, más bien ambas se alimentan mutuamente. Preferimos pensar, entonces, que las comunidades virtuales representan una nueva manera de concebir –y sobre todo de vivenciar y experimentar- las relaciones sociales.


* Extracto del artículo “Comunidades virtuales y nuevas formas de construir colectividad. Aportes teóricos para pensar la comunicación pos-masiva”, presentado para su evaluación y posible publicación en el Libro Colectivo de la Asociación Mexicana de Investigadores de la Comunicación (AMIC) en su edición del año 2010.

Marta Rizo García
Universidad Autónoma de la Ciudad de México
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