domingo, 19 de septiembre de 2010

Los discursos anímicos y slogans de las élites del Bicentenario

 En el Bicentenario se han manifestado, con diferente fuerza, dos grandes discursos anímicos que atraviesan las élites dirigentes chilenas. “Lo hacemos bien” y “la resiliencia o la energía” para levantarse frente a la adversidad.



La auto satisfecha y distante Concertación hace las cosas bien

El primer discurso es el de un cierto sector de la Concertación que sigue mirando “su obra” con una autocomplacencia que raya en la soberbia. Esto a pesar de la derrota electoral en la elección presidencial en que obtuvo sólo un cuarto de los votos, que ponderado en el total de potenciales votantes le da una representatividad aproximada del 15% de la población. Ante estos números -para una coalición que reúne a cuatro partidos “importantes”-, es evidente que deberían surgir preguntas profundas como ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué estamos tan lejos del electorado? ¿A quiénes estamos representando? Sin embargo la soberbia lleva a la sordera y a la ceguera y dificulta plantearse preguntas que puedan cuestionarse a sí mismo. Es lo que le pasa a la Concertación.

Ayer, 18 de septiembre de 2010, el ex presidente Ricardo Lagos señaló en una entrevista al periódico  El Mercurio, “Hoy, hay una percepción general de que las cosas se han hecho bien”, que es casi la misma frase con que Juan Gabriel Valdés, su ex canciller, defendió ante el Congreso la nueva campaña de imagen de Chile hacia el mundo, señalando que en “el extranjero hay una percepción de que Chile hace las cosas bien”.  Esta ha sido la frase slogan de numerosos dirigentes de la Concertación, particularmente de los que estuvieron en altos cargos de gobierno.

¿Cuáles son las cosas? ¿Percepción de quiénes? ¿Bien en relación a qué? ¿Quién sería Chile? Preguntas que surgen inmediatamente con una mínima mirada crítica, sobre todo ante el resultado electoral de diciembre y en el contexto del Bicentenario. Pero, hay que reconocer que es injusto pretender que un slogan responda preguntas racionales, cuando en realidad el objetivo es más bien instalar un estado de ánimo. ¿Quién habrá “vendido” ese estado de ánimo? ¿Cómo se creó?  ¿Quiénes lo comparten?  Un grupo de poder significativo: gobernantes, empresarios, tecnócratas, publicistas y lobistas, la élite del proyecto concertacionista del último tiempo.

Pero su representación es cada vez menor. Y en eso sí al slogan se le puede pedir más, porque su debilidad es que precisamente contribuye a generar más distancia con la enorme mayoría que disiente en cuáles son las “cosas” importantes, qué cuestionan “bien” porque no conocen el marco de referencia o el punto de comparación, qué no saben a qué Chile se refiere. Un slogan anímicamente excluyente, creado hábilmente por los narradores para celebrar su propia obra. 

La emergente y frágil pura energía del Gobierno

El otro discurso anímico queda bastante bien retratado en el nombre del acto pirotécnico  Bicentenario, implementado por el Gobierno en la Plaza de la Ciudadanía: “Pura energía, puro Chile”. El tema es amplio y más empático, y comienza a remplazar como sello al “Gobierno de excelencia”, tan parecido al slogan concertacionista, pero aparentemente imposible de reflejar en la realidad de los hechos. Hábil cambio y aprovechamiento de la oportunidad.

Dos hechos noticiosos marcaron este año, el terremoto de febrero y los mineros atrapados en la mina, hechos extraordinarios del año 2010 que se  transformaron en motivo central de las celebraciones “bicentenáricas”. A eso se sumaron banderas gigantes de tela y humanas, un largo feriado obligatorio  que vació las ciudades y un acto tipo Teletón en el Estadio Nacional, animado por el infaltable Don Francisco, para una celebraciones que parecieron más de Año Nuevo, que de Doscientos Años de vida independiente.

Doscientos años de historia parecieran haber convenientemente quedado en el olvido ante la omnipresencia del hecho noticioso de los mineros. Es imposible referirse a nuestros doscientos años, sin hablar de los últimos cuarenta. Pero también es difícil pararse frente a La Moneda, en una situación de conmemoración histórica y no recordar como primera imagen el bombardeo de 1973. Desde el punto de vista de la imagen, es como hacer un show de luces en Auschwitz y no recordar el campo de concentración. Probablemente con la intención de evitar el conflicto y la “mala onda” que contaminaría la “pura energía” se optó por el mínimo común denominador, aquellos que nos une a todos, y Condorito terminó de protagonista principal.

La palabra de moda, que ahora pareciera definir nuestra alma nacional, es resiliencia, esa capacidad de reaccionar que habrían demostrado los chilenos frente a la adversidad del terremoto y de la que dan cuenta los videos de los mineros que produce el gobierno. Cabe preguntarse, ¿Si no hubiésemos sufrido la tragedia que 33 seres humanos quedaran atrapados bajo tierra, de qué se habría tratado el Bicentenario?

Uno de los temas centrales del presidente Piñera es la Unidad, y pura energía parece ser su camino. Pero para avanzar en ese camino, se requiere más que una propuesta de emoción positiva. Todavía hay demasiado dolor, rabia y miedo contra los que puede chocar la “propuesta energética”.  Para mirar el futuro compartido es necesario abrirse a una conversación más verdadera y menos maqueteada, hacerse cargo del pasado, no negarlo.  Entre otras cosas porque las visiones que gestaron ese pasado, siguen latentes con todas sus cargas emocionales y memorias auto consolidadas.

Es bastante difícil que nos pongamos de acuerdo, pero por lo menos aspiremos a un país donde expresar una opinión con la que no estoy de acuerdo, no se sea motivo de descalificaciones e insultos, sino una oportunidad de ensanchar el espacio de las posibilidades. Si no, nos vamos a quedar en los mínimos comunes, y capaz que celebremos el tricentenario hablando de Condorito, las teleseries, el fútbol y algún nuevo terremoto.

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