miércoles, 29 de septiembre de 2010

Acciones, coordinaciones y reconfiguración


Caminar, comer, escribir, leer, reír, llorar son acciones determinadas que hacemos a diario sin tener la plena conciencia del movimiento de las piernas al caminar o de las manos y boca para comer o el imparable horizontalismo de los ojos al leer, tampoco tomamos consciencia de los músculos como modifican su forma al reír o al llorar. Esta acción es el “producto final” de la serie de transmisiones nerviosas que van desde el cerebro, que da la instrucción, hasta el musculo, que la recibe, esta coordinación, este sistema de mensajes que determinan la movilidad es lo que nos permite “estar normal”.
Recientemente aprendí sobre el poder del cerebro, conociendo enfermedades autogeneradas, consecuencia de una instrucción exagerada del sistema nervioso central, reaccionando quizás ante una potencial amenaza, se convierte en un peligro para el resto del organismo, los músculos sobrerreaccionan y crean un impacto tan potente que resiente su consistencia normal, provocando consecuencias mayores, que en algunos casos, demora meses la recuperación.
Las coordinaciones erradas, dañan el ritmo y el fluir de las acciones, seguir sólo una instrucción sin razonar es lo que nos distancia de las máquinas, las que mediante una programación configuran las coordinaciones y las consecuentes acciones. Cuando hay problemas, la solución es “reset” y volvemos a configurar nuestro sistema establecido artificialmente. En el caso del cuerpo humano, los impulsos nerviosos son movimientos y transacciones automáticas que van acumulando memoria y adaptaciones según los cambios percibidos, generan automáticamente nuevas configuraciones, no producto de un razonamiento orgánico ni molecular, sino que en base a la articulación de combinaciones coherentes.
Evidentemente en nuestros procesos naturales y biológicos, las experiencias e interacciones nos van dando esa configuración que compone nuestro estar y hacer. Las coordinaciones forman parte del desarrollo y crecimiento, por ejemplo, los bebés aprenden del  entorno próximo – la familia-  caminar está compuesto por imitaciones de movimientos, conductas e impulsos nerviosos que se coordinan. Aprender a hablar, son coordinaciones de lengua, mandíbula y crecimiento de la dentadura que permite la resonancia necesaria para que la unión de las frecuencias sonoras formen los sonidos que componen las palabras.
Todas estas coordinaciones normales son desarrolladas por lo que entrega el entorno, la interacción que se establece con él y la configuración de los genes en su conjunto es lo que genera la capacidad de procesar, adaptar y reconfigurar la información genética. Las acciones son la consecuencia de un proceso consciente e inconsciente de nuestro organismo.

Acciones, escencia del hacer

Las acciones son la esencia del hacer, cuando pasamos desde el pensar al actuar es cuando se concretan las ideas, es el momento en que se hace real y tangible la brillantez de los pensamientos y del proceso creativo. Es cuando la materia gris se transforma en tornasol. 
El proceso creativo es una secuencia de pensamientos y acciones que van modificando y replanteado el hacer y pensar. Todo proceso necesita un tiempo de decantación y evaluación, tal como aprender a caminar, no es algo inmediato, aunque la intención existe si no hay un proceso de gateo o de caídas repetidas, es difícil conseguir la postura erguida y equilibrada para dar los pasos. Es requisito pasar por la consciencia de los movimientos, para que las coordinaciones se configuren y permitan la fluidez de los actos ya aprendidos.

Espacio de distinciones

Las distinciones de los sentidos, por ejemplo, nos va dejando una huella en la historia de nuestras vidas, al sentir un aroma por primera vez lo internalizamos dentro de nuestro catálogo de experiencias vividas. 
Posteriormente ya no nos impresionará, quizás evocará algún momento determinado pero ya no analizaremos aquel aroma que tenemos agregado en nuestro recuerdo. En lo que contribuirá es en distinguir entre un aroma y otro, porque está dentro de nuestra memoria percibida. 
La impresionante perfección del cuerpo humano, como sistema de coordinaciones permite que las acciones sean coherentes, permiten movimiento y funcionamiento. Da los espacios para incorporar nuevas distinciones, es flexible y adaptable, es integrador y dispuesto a buscar nuevos caminos si ve obstruido el funcionamiento normal. 
Aun con todas las virtudes, el cuerpo humano requiere de la interacción y de la exposición, necesita crear lo anticuerpos para defenderse, sus procesos son potenciados y facilitados por la experiencia y la capacidad de almacenar episodios para formular las soluciones. 
La inconsciencia de los movimientos es producto de la experiencia adquirida, tomar consciencia de los actos requiere concentración y capacidad de distinguir entre uno y otro. Al tener que modificar alguna acción o funcionamiento del cuerpo es cuando nos damos cuenta de la cantidad de acciones que se ejecutan instantáneamente para llevar a cabo un movimiento.
Así es como nos movemos en nuestro hacer diario, lo que hacemos o con quienes interactuamos van modelando nuestra manera de ser, de vivir y de actuar. El proceso de creación casi no es percibido por etapas individuales, es un conjunto de pensamientos y de acciones que han determinado nuestros procesos, en este caso mentales. La manera en que conversamos con otros  es parte de lo que define nuestra identidad dentro de una comunidad. La manera en que nos vestimos, es el resultado del conjunto de interacciones con otros, la configuración de nuestras familias, de nuestra sociedad, cultura o religión. 
Somos un cuerpo que interactúa por dentro y por fuera en un sistema de coordinaciones que deben combinarse coherentemente, en el interior no tenemos plena consciencia y dominio de los procesos, en el exterior somos quienes decidimos y definimos nuestro hacer.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Los discursos anímicos y slogans de las élites del Bicentenario

 En el Bicentenario se han manifestado, con diferente fuerza, dos grandes discursos anímicos que atraviesan las élites dirigentes chilenas. “Lo hacemos bien” y “la resiliencia o la energía” para levantarse frente a la adversidad.



La auto satisfecha y distante Concertación hace las cosas bien

El primer discurso es el de un cierto sector de la Concertación que sigue mirando “su obra” con una autocomplacencia que raya en la soberbia. Esto a pesar de la derrota electoral en la elección presidencial en que obtuvo sólo un cuarto de los votos, que ponderado en el total de potenciales votantes le da una representatividad aproximada del 15% de la población. Ante estos números -para una coalición que reúne a cuatro partidos “importantes”-, es evidente que deberían surgir preguntas profundas como ¿Qué estamos haciendo mal? ¿Por qué estamos tan lejos del electorado? ¿A quiénes estamos representando? Sin embargo la soberbia lleva a la sordera y a la ceguera y dificulta plantearse preguntas que puedan cuestionarse a sí mismo. Es lo que le pasa a la Concertación.

Ayer, 18 de septiembre de 2010, el ex presidente Ricardo Lagos señaló en una entrevista al periódico  El Mercurio, “Hoy, hay una percepción general de que las cosas se han hecho bien”, que es casi la misma frase con que Juan Gabriel Valdés, su ex canciller, defendió ante el Congreso la nueva campaña de imagen de Chile hacia el mundo, señalando que en “el extranjero hay una percepción de que Chile hace las cosas bien”.  Esta ha sido la frase slogan de numerosos dirigentes de la Concertación, particularmente de los que estuvieron en altos cargos de gobierno.

¿Cuáles son las cosas? ¿Percepción de quiénes? ¿Bien en relación a qué? ¿Quién sería Chile? Preguntas que surgen inmediatamente con una mínima mirada crítica, sobre todo ante el resultado electoral de diciembre y en el contexto del Bicentenario. Pero, hay que reconocer que es injusto pretender que un slogan responda preguntas racionales, cuando en realidad el objetivo es más bien instalar un estado de ánimo. ¿Quién habrá “vendido” ese estado de ánimo? ¿Cómo se creó?  ¿Quiénes lo comparten?  Un grupo de poder significativo: gobernantes, empresarios, tecnócratas, publicistas y lobistas, la élite del proyecto concertacionista del último tiempo.

Pero su representación es cada vez menor. Y en eso sí al slogan se le puede pedir más, porque su debilidad es que precisamente contribuye a generar más distancia con la enorme mayoría que disiente en cuáles son las “cosas” importantes, qué cuestionan “bien” porque no conocen el marco de referencia o el punto de comparación, qué no saben a qué Chile se refiere. Un slogan anímicamente excluyente, creado hábilmente por los narradores para celebrar su propia obra. 

La emergente y frágil pura energía del Gobierno

El otro discurso anímico queda bastante bien retratado en el nombre del acto pirotécnico  Bicentenario, implementado por el Gobierno en la Plaza de la Ciudadanía: “Pura energía, puro Chile”. El tema es amplio y más empático, y comienza a remplazar como sello al “Gobierno de excelencia”, tan parecido al slogan concertacionista, pero aparentemente imposible de reflejar en la realidad de los hechos. Hábil cambio y aprovechamiento de la oportunidad.

Dos hechos noticiosos marcaron este año, el terremoto de febrero y los mineros atrapados en la mina, hechos extraordinarios del año 2010 que se  transformaron en motivo central de las celebraciones “bicentenáricas”. A eso se sumaron banderas gigantes de tela y humanas, un largo feriado obligatorio  que vació las ciudades y un acto tipo Teletón en el Estadio Nacional, animado por el infaltable Don Francisco, para una celebraciones que parecieron más de Año Nuevo, que de Doscientos Años de vida independiente.

Doscientos años de historia parecieran haber convenientemente quedado en el olvido ante la omnipresencia del hecho noticioso de los mineros. Es imposible referirse a nuestros doscientos años, sin hablar de los últimos cuarenta. Pero también es difícil pararse frente a La Moneda, en una situación de conmemoración histórica y no recordar como primera imagen el bombardeo de 1973. Desde el punto de vista de la imagen, es como hacer un show de luces en Auschwitz y no recordar el campo de concentración. Probablemente con la intención de evitar el conflicto y la “mala onda” que contaminaría la “pura energía” se optó por el mínimo común denominador, aquellos que nos une a todos, y Condorito terminó de protagonista principal.

La palabra de moda, que ahora pareciera definir nuestra alma nacional, es resiliencia, esa capacidad de reaccionar que habrían demostrado los chilenos frente a la adversidad del terremoto y de la que dan cuenta los videos de los mineros que produce el gobierno. Cabe preguntarse, ¿Si no hubiésemos sufrido la tragedia que 33 seres humanos quedaran atrapados bajo tierra, de qué se habría tratado el Bicentenario?

Uno de los temas centrales del presidente Piñera es la Unidad, y pura energía parece ser su camino. Pero para avanzar en ese camino, se requiere más que una propuesta de emoción positiva. Todavía hay demasiado dolor, rabia y miedo contra los que puede chocar la “propuesta energética”.  Para mirar el futuro compartido es necesario abrirse a una conversación más verdadera y menos maqueteada, hacerse cargo del pasado, no negarlo.  Entre otras cosas porque las visiones que gestaron ese pasado, siguen latentes con todas sus cargas emocionales y memorias auto consolidadas.

Es bastante difícil que nos pongamos de acuerdo, pero por lo menos aspiremos a un país donde expresar una opinión con la que no estoy de acuerdo, no se sea motivo de descalificaciones e insultos, sino una oportunidad de ensanchar el espacio de las posibilidades. Si no, nos vamos a quedar en los mínimos comunes, y capaz que celebremos el tricentenario hablando de Condorito, las teleseries, el fútbol y algún nuevo terremoto.

domingo, 12 de septiembre de 2010

¿Cómo se decide la identidad nacional?


En medio de las celebraciones del Bicentenario, se lanzará la nueva campaña de Chile, para nuestro posicionamiento internacional. En una nota anterior dejé ver los riesgos del Slogan elegido, “Chile hace bien”, que se presta fácilmente para la ironía. Curiosamente la ironía no llegó desde los críticos, sino desde la propia campaña que celebra que Chile hace (las cosas) bien, cuando por un error de la agencia creadora, en una de su pieza gráficas centrales apunta a que “nuestro país es el destierro más árido del mundo”.

En esta nota quiero destacar otra de las piezas gráficas: el iceberg. Quizás algunos ya lo olvidaron, pero en Exposición Universal de Sevilla, la primera en que participó Chile luego que asumiera el gobierno el establishment emergente de la Concertación, el símbolo de nuestro pabellón fue un Iceberg. Hace casi veinte años el racional detrás del congelado símbolo, fue que necesitábamos separarnos del “tropicalismo” latinoamericano, que teníamos que hacer ver que nosotros éramos mejores que nuestros vecinos, más parecidos a Europa. Fue la elección consciente y clara de un grupo de ideólogos, publicistas y, hoy, lobistas, políticos y tecnócratas, para diseñar la narrativa de un país. El iceberg actual, el de “Chile hace bien”, es probablemente el símbolo del cierre de ese ciclo.

La narrativa propuesta está gastada, no es empática ni sensible, es poco creativa, casi por cumplir. Autocomplaciente, cae en el mismo error en que cayó la campaña presidencial de la Concertación: adularse a sí misma, la propia obra realizada, más que hablar del nuevo país que somos. Son los narradores oficiales, los guardianes del discurso felicitándose a sí mismos.

La campaña “Chile, hace bien” se pagará con el dinero de todos los chilenos. No es una campaña privada. Se presentó recientemente a la Comisión de Relaciones Exteriores del Parlamento, donde el mayor comentario, según informó El Mercurio, fue que había que darle más presupuesto.

En el año del Bicentenario, donde debiera estar presente la preguntas sobre nuestra identidad pasada, pero sobretodo la presente y futura, cabe preguntarse sobre la representatividad de la campaña. ¿Cómo se decide qué es lo que Chile quiere proyectar al mundo? En la Constitución el uso de los símbolos patrios es casi absurdamente restrictivo. ¿Cómo se explica en ese contexto el uso de la “imagen país” hacia el mundo? ¿Quiénes la deciden, quiénes se sientan a la mesa a decidir la narrativa oficial de Chile?

Para que haya unidad nacional, representación y sentido de pertenencia de todos, participación y cariño por nuestras instituciones y su gente es probable que haya que renovar y ampliar la mesa, pero sobretodo abrir las puertas y ventanas de la casa común.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

La nueva imagen: “Chile is good for you”


“Chile is good for you” es el nuevo slogan que ordena el rediseño del posicionamiento de Chile en el exterior. La campaña fue presentada ayer por el director ejecutivo de Fundación Imagen de Chile, Juan Gabriel Valdés, a los miembros de la comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados. Imagen
En español, el slogan elimina  el (te) y deja solamente “Chile hace bien”, para subrayar y jugar con el concepto de que “Chile hace bien las cosas”, porque según “evaluaciones realizadas en el exterior, Chile ha hecho bien sus tareas en diversas áreas”.
El nuevo slogan ofrece muchos flancos. Me recuerda la campaña “Hong Kong te deja sin aliento”, que luego del brote de la epidemia de gripe que afectaba mortalmente las vías respiratorias, tuvo que ser eliminada.
Un slogan hacia el exterior debe resonar con el interior, o no funciona. Aunque estemos en un clima bicentenárico y apreciativo de lo nacional, que “Chile hace bien las cosas” es más una auto felicitación de la clase política y tecnócrata  gobernante, especialmente la de gobiernos pasados,  que una percepción homogénea instalada entre los chilenos. Algunos puntos de alto impacto para la discusión: reacción ante el terremoto, bulling y rendimiento en los colegios, destrucción del medio ambiente, abstención de participar en las elecciones de porcentajes enormes de la población y voto mayoritario por el cambio, el Transantiago, etc.
Por otro lado, algunos "maliciosos" podrían rápida y fácilmente ridiculizar la campaña con imágenes como los mineros atrapados a setecientos metros de profundidad, o los mapuches muriendo en huelga de hambre, o los millones de niños afectados por la contaminación de Santiago en otoño, o la destrucción de las costas por las termoeléctricas, en fin siempre habrá imágenes para manipular e ironizar con “Chile hace bien”. Y en tiempos de redes sociales, las imágenes se desplazan a la velocidad de la banda ancha.
La estrategia tiene un costo de 10 millones de dólares. Los diputados reaccionaron con inquietud ante el bajo monto solicitado, ya que en otros países la inversión en “imagen país” es mucho más alta. Quizás sería razonable que antes de hablar de presupuesto, se realizara una mínima evaluación de sentido común de la campaña propuesta. La evaluación de si es “mucho” o “poco” también dependerá del impacto producido.
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