miércoles, 2 de febrero de 2011

TV y sus (en)claves 1



Por Luis Breull / @luisbreull 


¿De qué hablamos hoy cuando ‘hablamos de TV’?

La primera regla es comprender que no existen ‘normas’ sino puntos de vista diversos. Ya no hay verdades absolutas ni juicios categóricos para evaluar las pantallas.

Denis McQuail plantea dos grandes prismas de sentido en esta industria: entenderla desde la lógica e intereses de los medios o bien desde la sociedad. Simple y directo: quien forma parte de la gestión medial mirará su quehacer condicionado por su sesgo, sus prioridades, sus metas, sus urgencias y públicos objetivos. Quien está fuera de la industria, no; lo hará con múltiples focos socioculturales descentrados, cuyos prejuicios, visiones fragmentarias y valoraciones dependerán de estos, así como de la atención que los medios presten a sus demandas particulares.

El ejercicio se complica más si establecemos parámetros culturales de comparación del aporte de los medios en la sociedad (modas, corrientes de debate, temas emergentes, nuevos lenguajes), versus factores materiales en las estrategias de producción de contenidos (aspectos técnico-legales, económicos, estructurales, de inversión/rentabilidad y de tamaño de mercados).

Hablar de TV es entonces -al menos- cuadrar miradas que, desde lo material y cultural, armonicen las demandas y expectativas de generación de comunicación e intercambio de contenidos entre la industria medial y la sociedad.

¿Entonces por qué resulta tan complejo enjuiciar de modo consensuado el rol y los contenidos de la TV? Porque implica no sólo evaluar qué se emite (la generación de la oferta desde las posibilidades de hacer de cada canal de acuerdo a su tamaño en la industria), sino cómo y para quién se emite (el estudio de la recepción cruzado por factores socioculturales) y con qué fin. No es lo mismo responder esto siendo un canal pequeño, que uno líder en audiencias o en utilidades; tampoco si su programación responde a un nicho en el segmento de pago, que si su imperativo es la masividad en el entorno de la libre recepción.

Lo interesante de este dilema es comprender si se pueden establecer mecanismos, segmentos y contenidos preferentes que den cuenta de las necesidades transversales de los públicos hoy (consumidores privados o públicos, solitarios o acompañados, pasivos o interactivos, en el hogar o fuera de él). Una de ellas es la mantención del vínculo social con la comunidad, la reproducción de factores identitarios que permitan mantener la cohesión social en un entorno cada vez más abierto y permeable a dinámicas culturales extraterritoriales. Es decir, qué de la televisión que consumimos habla de “nosotros” o en cuáles de esos contenidos nos sentimos más involucrados e identificados colectivamente.


El revival de las TV News

Los noticiarios en TV -como género factual- están siendo redefinidos de acuerdo a parámetros que escapan a la clásica función informativa de hechos relevantes.

Omar Rincón -investigador colombiano- cree que priman nuevas condicionantes de escenario bajo las reglas del espectáculo, tales como: la temporalidad narrada en presente y en forma continua (sin pasado ni futuro), un proceso constante de seducción narrativa mediante la reiteración de temáticas cercanas y autorreferentes (que acompaña la visibilización de segmentos populares), y el establecimiento de un vínculo con los públicos donde lo que importa no es tanto significar sino mantener el contacto y evitar el zapping (la relevancia es suplida por el permanente estímulo de lo interesante).

Se impone un decálogo común con otros géneros (ficción y realities): no ser aburridos ni densos, sino entretenidos, pese a lo difícil que serlo todo el tiempo. De modo inverso, los temas y relatos complejos/inteligentes tienden a ceder espacio. La reflexión exige tiempos y disposiciones que en TV y en la vida cotidiana son cada vez más escasos. Los contenidos sexuales, hedonistas, de consumo, junto con el tiempo libre, el deporte y el crimen copan la mayoría de los segmentos informativos.

Los periodistas sustituyeron las seis interrogantes clásicas del periodismo informativo (qué, quién, cuándo, dónde, cómo y por qué) por la narración de historias que tienen por fin contar la vida, visibilizar experiencias comunes, vivenciar la realidad, poner en duda las grandes verdades y hacer alarde de nuevos guiños técnico-narrativos. La hibridación de géneros en la construcción de historias y no sólo la reproducción de datos. Además, la exaltación de personajes paradigmáticos que encarnen todos los ejes de interés de los públicos dentro de una noticia y en los códigos que ellos son capaces de entender.

Nace un nuevo obrero del lenguaje que se esclaviza ante las destrezas de los públicos disponibles hoy en TV abierta (no ilustrados, pasivos, viejos y encerrados). Un jornalero cuya condena desde los no públicos -los fugados a otras plataformas o los disconformes desde las redes sociales- es asumir a priori que no todo se puede narrar en los nuevos códigos del infoespectáculo. Y precisamente es en la realidad más dura -desde las políticas públicas, los índices evolutivos, los estados de situación técnico/legales, los debates valóricos/políticos/ideológicos y la evaluación informada del accionar de las autoridades, más la actualidad internacional- donde se juega el entendimiento primario y el sentido final de los cambios sociales que condicionan nuestra vida cotidiana e hipotecan nuestro futuro.

Entonces, ¿por qué renunciar a ser diestros también en narrar estos contenidos más complejos?

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